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La desolación de los sobrevivientes del corregimiento de Portachuelo era inmenso. Ellos mismos empezaron a remover la tierra para rescatar a sus familias. | Foto: Jorge Orozco / El País

CAUCA

"Cuando salí de casa todo estaba destruido": Relatos de la tragedia que enluta a Rosas

17 cuerpos sin vida fueron rescatados. Otras 18 personas siguen desaparecidas.

21 de abril de 2019 Por: Redacción de El País - Colprensa

A las 2:30 de la mañana la fuerza de la naturaleza golpeó con toda su fuerza la vereda de Portachuelo, municipio de Rosas, Cauca. Una avalancha de tierra del cerro El Broncazo sepultó ocho viviendas, un tramo de la vía Panamericana, cultivos ‘pancoger’, animales de crianza y los sueños de sus habitantes que dormían con la esperanza de ver el día de la Resurrección.

La emergencia fue provocada por un torrencial aguacero que comenzó a la 1:00 de la madrugada de este domingo y saturó la tierra de tanta humedad, que hubo un desprendimiento de unos 400 metros cúbicos de tierra. El alud no dio tiempo de nada, ni siquiera de lamentarse. La montaña se vino cuesta abajo y arrasó con las familias Imbachí, Torres, Macías y otras cinco más, para un saldo de 17 muertos, 18 desaparecidos y cinco heridos.

Eider Macías escuchó el estruendo y alcanzó a despertar a sus padres, pero al llamar para alertar a sus hermanas, ya no entraba la señal. Entonces, comprendió que la tragedia era más grave de lo que imaginaba. “Cuando salí de la casa todo estaba destruido. Empecé a gritar desesperado y a buscar como loco a mi familia. Removí escombros, moví la tierra con mis manos, pero a todos los había sepultado la montaña”, contó en llanto.

Él perdió a 14 familiares: sus dos hermanas, sus dos cuñados y a diez sobrinos. Sus casas quedaron en ruinas, ni las mascotas se salvaron. Como Bolívar González, campesino roseño que se unió a las tareas de remover, a punta de pala, las toneladas de tierra para extraer los cadáveres de sus familiares, una vez que los pocos sobrevivientes de la vereda Portachuelo, epicentro de la tragedia, avisaran a las autoridades sobre lo sucedido.

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“Perdí bastante parentela, quedaron sepultados por completo, yo acá tenía a cuatro de los míos, ahí en medio de ese barro están sus cuerpos, no ve que todos dormían cuando se desprendió eso; se sintió primero como un temblor y luego ese bramido de la tierra, yo salí a ver qué era lo que pasaba y solo alcancé a ver cómo se caían unos postes y unas casas vecinas, entonces corrí hacia abajo de la carretera... cuando pasó todo, me regresé pero ya no había nada, solo un tumulto de lodo”, relató Bolívar, mientras echaba pala en su afán de sacar a sus seres queridos.

Los pobladores de la zona fueron los primeros en atender la emergencia, a pesar de la lluvia pertinaz. Nadie sintió miedo, solo desesperación al escuchar los gritos de sus vecinos y empezaron a remover la tierra con azadones y palas, sus herramientas de trabajo.

“Viene esa gente de los bomberos hacer qué acá, si fuimos nosotros los sacamos los catorce muertos y hasta a una persona aún viva, solo echando pala, sin tanto aspaviento”, gritaba Albeiro Imbachí, un agricultor que se resistía a salir del lugar a pesar de la amenaza de un nuevo deslizamiento, porque en la parte alta de El Broncazo hay un lago, así como el ‘nacedero’ de dos quebradas.

“Si nos vamos a morir, pues nos morimos con nuestra gente, por eso la buscamos como podemos”, gritaba Albeiro, mientras unas 80 personas, entre bomberos y socorristas de la Cruz Roja, seguían la búsqueda de cadáveres con ayuda de caninos entrenados para la tarea. Todos se unieron a la dolorosa tragedia, mientras una máquina retroexcavadora sacaba lodo y rocas. Luego llegó otra máquina para facilitar la labor.

Luego, la comunidad empezó a informar de la ausencia de un primo, de un cuñado, de un tío. “Murieron familias enteras; por ejemplo, los Imbachí vivían en la parte alta del cerro y me imagino que murieron de una, porque fue el punto donde se desprendió la tierra, ahora qué hacemos… y es que esta es una tragedia anunciada, los de la Junta ya habían informado a la Alcaldía, pero se limitaron a decir que debíamos evacuar, pero cómo, si no tenemos dinero para pagar casa en otro lado”, comentaban los pobladores.

Llegó desesperada Geraldine Díaz con la esperanza de hallar con vida a sus abuelos y a su tío. “Yo vivo a cinco minutos del derrumbe. Apenas me avisaron, me vine corriendo para saber qué había pasado y cuando llegué fue horrible. Lo más triste es que mi tío ya había advertido que una tragedia así podía suceder, pero nunca hubo acciones definitivas; con decirle que hasta se alcanzó a reunir varias veces con el Alcalde de Rosas”, relató la joven de 19 años.

A la 3:00 de la tarde la esperanza de Geraldine se desvaneció por completo cuando el capitán Juan Carlos Gañán, comandante del Cuerpo de Bomberos de Popayán, confirmó lo que se temía: “Ya no existe ninguna posibilidad de encontrar a nadie con vida porque no hay estructura que resista un peso tan grande de tierra, a veces quedan nichos de vida, pero en este caso no es así”, sentenció Gañán. A 10 metros, don Reynaldo Dorado no le “quitaba el ojo de encima” a una retroexcavadora.

Los organismos de socorro anunciaban que estaban próximos a sacar otro cadáver, el número 19. “Pensé que de pronto podía ser el de mi esposa, a quien vi con vida a las tres de la mañana ayer (del sábado). A esa hora yo bajé a otra casita que tenía en la parte de abajo para darle comida a mis animales. Ella me dijo que no me fuera, que me quedara esa noche allí con ella, pero por cosas de la vida no le hice caso y me arrepiento. No solo la perdí a ella sino a mi hijo de 18, a mi hija de 13 años y a cinco familiares más. Esta es la peor tragedia de mi vida”, manifestó, con la voz quebrantada, el hombre de 62 años.

El alcalde de Rosas, Jesús Eduardo Díaz, declaró la calamidad pública por el deslizamiento de tierra que dejó incomunicados a los departamentos de Cauca y Nariño, pues afectó la doble calzada de la vía Panamericana. Al cierre de esta edición, viajeros que venían del sur del país, cruzaban a pie, con maletas, niños y mascotas, las trochas de la zona y la Panamericana, con la esperanza de lograr algún transporte que los pudiera llevar a su lugar de destino: Popayán y Cali.

Otras tragedias

1 de mayo 2014: Un deslizamiento de tierra en la mina de la vereda San Antonio, en Santander de Quilichao, atrapó a 30 personas y dejó tres muertos.

8 noviembre 2016: Nueve personas murieron en un derrumbe que se registró sobre la vía que comunica la cabecera de El Tambo con el corregimiento de Huisitó, al occidente del Cauca.

20 marzo 2018: Dos muertos y un herido dejó un deslizamiento en una mina ilegal localizada en San Antonio, en Santander de Quilichao.

2 noviembre 2018: Dos niños fallecieron en medio de un derrumbe que se presentó en un potrero de una finca ubicada en la vereda El Tesoro, zona rural de Sucre, al sur del Cauca.

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