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Aunque Hernán Lozano tuvo que suspender las terapias físicas en los últimos tres meses por una osteomielitis presentada en la pierna derecha, esta situación ya fue superada, por lo que está pendiente de que se las autoricen de nuevo. | Foto: Jaír F. Coll / El País

EMERGENCIAS

La dura historia del abogado que sobrevivió a la caída del ascensor del Palacio de Justicia

Perfil de Hernán Lozano, una de las víctimas del siniestro. Avanzan las investigaciones.

16 de agosto de 2019 Por: Jaír F. Coll / Periodista de El País

¿Qué hubiera pasado si…? Hernán Lozano Badillo insiste que no es posible imaginar, pero ¿qué hubiera pasado si él decide entrenar Taekwondo ese 15 de agosto del 2018, como era costumbre todos los días; si no hubiera ido a su oficina de abogado a terminar una tutela de su amigo Álvaro León Barros, si no hubiera recogido a éste en su carro para ir al Palacio de Justicia de Cali, si tras terminada una diligencia en el piso 12 no hubieran ingresado al ascensor a eso de la 1:00 de la tarde (hora en la que no había fila), si ese ascensor no estuviera reportando fallas desde hace tiempo y si casi media hora más tarde los seis pasajeros del mismo -Hernán incluido- no se precipitaran a 120 kilómetros por hora hasta el sótano 3? ¿Qué hubiera pasado?

Seguramente, Hernán Lozano, cinturón negro cuarto dan, tendría un grado mayor en sus entrenamientos de Taekwondo, continuaría trabajando como abogado litigante en su oficina del barrio Los Cámbulos (sur de Cali), le daría de comer a sus mascotas en su casa ubicada en la vía al mar, madrugaría junto con su esposa a las 5:30 a.m. todos los días o haría ejercicio con ella cuando fuera posible.

Esos hechos cotidianos sí son relativamente fáciles de imaginar, muy al contrario de lo que significa afrontar, según Hernán, lo que en realidad pasó: permanecer alrededor de tres meses en coma en la Unidad de Cuidados Intensivos del Hospital Universitario del Valle, HUV, no tener conciencia ni recuerdo de los hechos que lo llevaron a estar postrado en una cama todo ese tiempo y luego enterarse de que sufrió 150 fracturas en todo el cuerpo.

“La gente se pregunta: ‘Me imagino tal y cual cosa’ Pero yo les digo que eso no es posible. No es posible imaginar lo que tuvimos que atravesar los cuatro heridos y las familias de los dos muertos que dejó el desplome del ascensor”, pronuncia Hernán al término de la misa que se celebró este jueves en la plazoleta del Palacio de Justicia, para recordar el siniestro ocurrido en este lugar.

En frente de Hernán, que está en silla de ruedas, se encuentra con los ojos húmedos la esposa de su amigo Álvaro León Barros, quien falleció en el accidente junto con Luis Alberto García. También está Nayibeth Rodríguez Espinosa, una de las heridas y quien estará en silla de ruedas por el resto de su vida. En el evento también recuerdan el nombre de los lesionados Bernardo Rincón Quintero y Adriana Garcés Vinasco, a quien le tuvieron que amputar una pierna.

“Esto fue una de esas tantas tragedias anunciadas que ocurren en nuestro país”, asevera Hernán.

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Los gritos que se oyen desde el pasillo provienen de la sección de terapia del HUV, más específicamente de las entrañas de Hernán, quien con solo doblar su pierna derecha siente que los músculos vibran como rígidas cuerdas de una vieja guitarra. Es el mes de abril de 2019 y han transcurrido unos cuatro meses después de que le dieron salida del hospital, y casi tres desde que su familia tuvo que contarle que su amigo murió en el desplome del ascensor.

“Esta señorita es más ruda que el superior que yo tenía en el Ejército”, bromea Hernán, refiriéndose a la terapista que lo atiende. Esto, después de que los médicos contradijeron el pronóstico inicial: Hernán tiene probabilidades de volver a caminar. Aviso que el abogado describe como milagroso.

La terapista continúa con la sesión, que todavía provoca severos dolores a Hernán, ese hombre de 61 años que antes del incidente del Palacio se ufanaba de ser ‘hijo’ del psicoanalista Sigmund Freud: “Todo lo que tuviera que ver con el placer, nada que tuviera que ver con el dolor”.

Lea también: El desplome del ascensor y otras anomalías sobre la reconstrucción del Palacio de Justicia

Las cirugías fueron tantas que ni Hernán ni su esposa, María Cecilia Ángel, pueden precisar un número exacto, pero sí logran estimar un aproximado de 15, entre las que destacan una de columna, porque las vértebras L3 y L4 (cintura) se estallaron, otra de un pulmón perforado por las costillas rotas; seis en las piernas, que estaban prácticamente deshechas; y otras en los brazos. Aún hacen falta más intervenciones en la cabeza, como la reparación del piso óptico del ojo derecho, que a simple vista parece salido fuera de su órbita.

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“Los cinco ascensores del Palacio de Justicia eran una ruleta rusa. Era cuestión de tiempo para que alguno se desplomara”. Estas son las palabras que Elmer Montaña, abogado de las víctimas, utiliza para referirse a lo ocurrido el 15 de agosto del 2018. “Ya ha transcurrido un año y la investigación de la Fiscalía, a propósito del peritazgo del ascensor siniestrado, avanza con lentitud. Tan solo recordemos que ellos ni habían contratado los peritos hasta que hicimos la denuncia en abril, ocho meses del incidente”, asevera Montaña.

La más reciente respuesta de la Fiscalía es del pasado 9 de agosto. En carta enviada a Asonal Judicial, Nelson Ruiz Velásquez, fiscal 40 de la Seccional Unidad de Vida, afirma que se está a la espera del informe de los peritos y del esclarecimiento de los hechos por parte del equipo técnico orientado al recaudo de elementos materiales probatorios. Esto, en medio de las denuncias por homicidio culposo y lesiones personales culposas. Y a ello se suma otro documento enviado el 13 de agosto por la directora de la Seccional de Administración Judicial, Clara Inés Ramírez, en el que anuncia que los nuevos ascensores ya están en el Palacio y que estarían instalados en octubre, con miras a ponerlos en funcionamiento en diciembre.

Esta es la cicatriz que le dejó la operación de columna a Hernán Lozano.


“Pero tampoco hay que olvidar que, según la información que tenemos, los antiguos ascensores (instalados entre 2012 y 2013) fueron modificados porque las cabinas, de fabricación china, no se ajustaban a los huecos y es probable que eso haya generado un problema en el sistema de frenos”, indica el represenante de las víctimas.

Las veces en las que Hernán se refiere al desplome suele citar la tragedia de Armero. Compara ambos hechos: “Eso ya estaba ‘anunciado’. Los ascensores venían presentando fallas desde hace rato y eso que habían decidido disminuir los ocupantes de 10 a 6, como para evitar alguna catástrofe. Pero la catástrofe ocurrió”.

El abogado refiere estas palabras acostado en su cama. Solo viste pantaloneta: el pecho y las piernas están al descubierto.

Las cicatrices que le dejaron los hechos del último año son fáciles de descubrir, salvo por una, completamente invisible. “¿Sí ves esos frascos? Son pastillas psiquiátricas y son las que me permiten estar más o menos comunicativo. Estas son las huellas que no se ven, los problemas de la mente. Hay días en los que me despierto bien, pero hay otros en los que estoy huraño. ¿Sabes? Si hoy hubiera sido uno de esos días, seguro no te estaría contando todo esto”.

“Nunca volveré a caminar”

Nayibeth Rodríguez Espinoza es otra de las víctimas lesionadas por el desplome del ascensor, episodio que le provocó un trauma traquimedular a nivel de las vértebras T2 (ubicadas en la mitad de la columna) y L1 (en la parte inferior).

”Aunque las fracturas adicionales han soldado, como una presentada en el fémur, el diagnóstico del neurocirugano es que nunca volveré a caminar por el aplastamiento de la columna”, afirmó Nayibeth.

Aun así, la mujer dice estar dedicada a terapias físicas que eviten que su cuerpo no se atrofie, dado que estar sentada todo el tiempo en silla de ruedas puede traerle problemas a futuro.

Y así como Hernán Lozano, Nayibeth también presenta secuelas psicológicas.

“Esas son las más complicadas. Ese incidente me dejó con una profunda depresión. La cuestión de despertarte cada día y ver que tu realidad y desear que todo sea una pesadilla”, indica.

Nayibeth agrega una reflexión más: “Solo tengo una frase de cajón: lo que pasó, pasó. Ya nada ni nadie puede devolver el tiempo. Lo que sí puede decir es que el humano debe ser más dignificado, más respetado. No basta con que haya constitución o ciertos principios, pues es necesario que estos se materialicen y más en la instituciones, que deben velar por sus usuarios”.

Hernán Lozano tiene que tomar pastillas psiquiátricas todos los días dadas las secuelas que le provoqué el incidente del Palacio.

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