Como parte de sus compromisos de campaña, el presidente Gustavo Petro inició la reactivación de las relaciones diplomáticas con el régimen de Venezuela, nombrando su embajador en Caracas. Es el primer paso de un cambio que debe mejorar en todos los aspectos la convivencia entre dos naciones unidas por una hermandad histórica.
Rotas por una sucesión de hechos infortunados, donde la agresividad del presidente Maduro y de su gobierno ha sido nota predominante en los últimos diez años, la relación formal entre los gobiernos durante el pasado cuatrienio ha sido una larga lista de confrontaciones que contrasta con la solidaridad y el apoyo que Colombia le ha brindado al pueblo venezolano Aquí viven hoy más de dos millones de persona expulsadas de su patria por la miseria, la persecución política y el totalitarismo que destruyó su economía, recibiendo una acogida generosa por el gobierno y por todos los colombianos.
Ahora empieza una nueva fase, donde las identidades ideológicas han abierto un entendimiento que debe producirse para bien de las dos naciones. Sin duda, quien tiene el control del Estado en el vecino país es el régimen de Nicolás Maduro. Y a pesar de la zozobra que han ocasionado sus constantes insinuaciones sobre el carácter de invasor de nuestra Nación y conspiraciones infundadas organizadas desde nuestro gobierno para asesinarlo, hay que romper las barreras que impiden atender asuntos necesarios para los ciudadanos de ambos lados de la frontera.
Lo más necesario es el restablecimiento de la línea limítrofe de más de dos mil kilómetros como punto de unión y no de conflicto. Lo cual significa en primer lugar que ese territorio no siga siendo utilizado como refugio de terroristas y delincuentes que han aprovechado las diferencias de los gobiernos para conseguir la impunidad y evadir la justicia del vecino, o para impulsar la multinacional del narcotráfico que hace su agosto allí.
También es aconsejable para reconstruir las relaciones económicas y comerciales, suspendidas ante el no pago de obligaciones que el gobierno venezolano impidió mediante la manipulación de las divisas. Y para resolver los litigios que se desencadenaron por la expropiación de industrias y negocios colombianos establecidos en Venezuela. Ojalá se logre revivir una relación que llegó a generar intercambios por más de US$7000 millones cada año.
Así mismo es urgente reabrir los servicios consulares que tramiten las solicitudes de colombianos y venezolanos por encima de las diferencias políticas, o la puesta en marcha de acuerdos en materia de salud que sirvan para atender asuntos como las consecuencias de la pandemia del Covid-19. Es la manera más sencilla de acabar con la ilegalidad que obliga a quienes desean pasar de un país a otro a transitar por trochas de extrema peligrosidad y rodeadas de delincuencias.
Son muchas las ventajas de revivir las relaciones entre Colombia y Venezuela. Pero serán muchos los riesgos si se hace para exaltar posiciones ideológicas y las confrontaciones del vecino que involucren a nuestro país en conflictos que no son los nuestros.