Veinte años después de la invasión a Afganistán para derrotar al terrorismo islámico que allí se anidaba, las tropas de Estados Unidos y de la Organización del Tratado del Atlántico Norte protegen el retiro de sus delegaciones diplomáticas y de miles de afganos que colaboraron con ellos en su estadía. Y el extenso país cae de nuevo en manos del radicalismo de los Talibán que se toman el poder ante la huida del régimen que se suponía estaba listo para asegurar la permanencia de las libertades que habían llevado los ejércitos de occidente.

Ante los informes y los crecientes comentarios que comparan la situación con lo ocurrido en Viet Nam en 1975, el Secretario de Estado de los Estados Unidos rechazó la comparación, afirmando que esta vez sus tropas lograron el objetivo para el cual llegaron: desmontar la red de Al Qaeda encabezada por Osama Bin Laden, que desde allí coordinó el ataque del 11 de septiembre de 2001 contra el país norteamericano.

En efecto, la invasión logró en menos de seis meses desalojar a los Talibán del poder déspota y totalitarista que ejercían en un país donde imperaban también los llamados señores de la guerra, quienes mandaban en muchas provincias conocidas por su enorme producción de amapola y sus sucedáneos el opio y la heroína destinados al consumo de Europa. También es cierto que Al Qaeda fue desplazado y muchos de sus integrantes murieron, incluido Bin Laden que cayó pocos años después en la vecina Pakistán.

Pero esos grupos no desaparecieron. Y los esfuerzos por establecer un sistema parecido a la democracia liberal se encontró siempre con la resistencia de una cultura muy distinta a la de Occidente y con la corrupción permanente de quienes fueron entronizados como gobernantes. Por ello, la guerra se llevó más de 150.000 vidas de afganos y los aliados debieron padecer miles de bajas, así como invertir US$83.000 millones en apoyo militar, tratando de montar un ejército capaz de enfrentar a esos talibanes que nunca fueron derrotados.

La retirada es parte de un acuerdo negociado en el 2018 por los Estados Unidos con ese grupo y sin tener en cuenta al gobierno de Ashraf Ghani. Pero el triunfo Talibán, que suponían ocurriría en quince meses, se produjo en pocas semanas ante la desmoralización total y la poca resistencia de las tropas oficiales y del gobierno, empezando por la aparatosa estampida del presidente.

Aunque esta vez la salida no será de la embajada estadounidense, en los últimos días Kabul ha sido escenario de la marcha apresurada de miles de funcionarios, diplomáticos y gente del común en busca de los aviones que los saquen de Afganistán. Y Estados Unidos debe regresar a cinco mil de sus soldados para protegerlos de la masacre que se pronostica una vez regrese al poder el grupo que mandaba hace 20 años.

Así culmina el paso de los Estados Unidos y la Otan por Afganistán. Pero no termina el drama de una nación que volverá a vivir el oscurantismo que trae el islamismo radical, mientras el terrorismo internacional recupera su base para volver a lanzar sus ataques contra Occidente.