Yakarta, en Indonesia, será la primera ciudad en desaparecer del mapa y antes de que ello suceda, el gobierno ha decidido construir una nueva capital, en una isla lejana de Java y con un nombre diferente. ¿La razón? El nivel del mar está aumentando, ya el 20% de su territorio se encuentra inundado y el resto quedará debajo del agua antes de finalizar el 2050.

Lo que sucede con Yakarta parece extremo: tener que trasladar a una población de casi once millones de habitantes por los cambios ambientales que se están manifestando no es una decisión fácil. Pero es la que podría ocurrir en otras urbes en el mundo que están hoy bajo la amenaza que significa el crecimiento de los océanos e incluso el caudal de los ríos. Si se considera que el 70% del Planeta está conformado por agua, al asunto hay que prestarle máxima atención.

El problema es complejo y tiene múltiples causas: una natural que está relacionada con los cambios de un planeta en constante evolución y otra que se encuentra ligada al calentamiento que sufre la tierra, que está derritiendo a un ritmo cada vez más acelerado los glaciares y cambiando la química de los mares. Lo informes científicos dan cuenta de cómo se desprenden o desaparecen con más frecuencia extensos pedazos de hielo en en el Ártico y la Antártida, mientras los nevados se consideran ecosistemas en camino de extinción y causantes en parte del aumento del caudal de agua en los sistemas hídricos.

No son situaciones nuevas. De hecho se calcula que desde principio del siglo pasado el nivel del mar ha crecido a razón de tres centímetros por década, y en los próximos 30 años en algunos lugares eso supondrá un incremento de entre 50 y 60 centímetros. Venecia, Italia, es otro ejemplo de cómo una ciudad se puede hundir lentamente sin que se encuentren soluciones.

¿Se puede detener el aumento del nivel de océanos? Como el cambio climático tiene mucho que ver, es necesario cumplir con los objetivos de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero, proteger los ecosistemas marinos y de aguas dulces y desacelerar la contaminación en los mares.

Pero será difícil darle reversa a los efectos que se están presentando o que se verán en un futuro. Por esa razón se debe llamar la atención sobre las soluciones que se necesitan para salvar vidas, que eviten los desplazamientos forzados debido a las inundaciones o ayuden a las millones de personas que dependen del mar para su sustento y supervivencia, y hoy se ven afectados.

El ejemplo de Yakarta parece necesario, pero las críticas por lo que se considera una decisión extrema no se han hecho esperar. Cómo construir una nueva y costosísima ciudad para once millones de personas, en otra isla -la de Bormeo-, y garantizar que no se repitan los problemas actuales de contaminación ni se provoque otro desgaste ambiental.

En eso deben pensar los gobernantes de Nueva Orleans, Washington o Houston, en los Estados Unidos; Lagos, en África; Londres, Beijing e incluso nuestra Cartagena que ya presentan hundimientos de entre 1 y 5 centímetros. Mejor buscar soluciones, seguramente no tan radicales como la de la capital indonesia, y cómo adaptarse para que se eviten consecuencias funestas.