Conforme pasan las horas, Colombia se acerca cada vez más a la posibilidad de sufrir un apagón como el que padeció hace 32 años. Y es que los reportes de los administradores del sistema eléctrico nacional dan cuenta de un panorama muy preocupante: por la falta de lluvias, los embalses de las hidroeléctricas del país siguen bajando.

Hasta el lunes pasado almacenaban solo el 29,46% de su capacidad, el nivel más bajo de los últimos 40 años. Si esa reducción continúa y la cantidad de agua almacenada cae por debajo del 27% -punto establecido por la Comisión de Regulación de Energía y Gas como nivel crítico-, el sistema no estará en capacidad de garantizar el normal suministro de energía para todos los colombianos. El apagón será una realidad.

El Gobierno Nacional insiste en que no llegaremos a ese escenario, pues según sus modelos de predicción climática empezarán a registrarse lluvias en las próximas horas en la zona andina, donde se ubica buena parte de las hidroeléctricas.

Por otro lado, sostiene el Ministro de Minas, las termoeléctricas del país ya están operando al 100%, también se suspendieron las exportaciones de energía al Ecuador y se activará un plan para que grandes industrias, con capacidad para generar su propia energía, se desconecten temporalmente del sistema nacional. Con estas y otras medidas el Gobierno confía en que el país podrá soportar de aquí hasta finales de abril, cuando se prevé que inicie la temporada invernal.

Aún así, la realidad es que el abastecimiento eléctrico de los colombianos depende hoy de un factor incierto, como es el clima, por lo cual no puede darse por sentado que el riesgo está conjurado. De hecho, los mismos comisionados de la Creg reconocen que tenemos por delante dos semanas críticas y “el racionamiento puede ocurrir”.

Este panorama exige que todos asumamos la responsabilidad que nos cabe frente a la crisis y aportemos al propósito de ahorrar no solo energía, sino especialmente agua. Pero el caso de Bogotá, donde después de una semana de restricciones en el servicio no se ha logrado la meta de ahorro del líquido, demuestra la falta de conciencia ambiental que aún existe entre muchos colombianos.

Cali no es la excepción. Pese a los llamados de las autoridades, el consumo de agua promedio en muchos hogares está superando los 20 metros cúbicos por mes, un nivel que refleja desperdicio. A ello se suman las conexiones ilegales en muchos comercios, los fraudes a los medidores y las pérdidas por obsolescencia de las redes de acueducto.

Por lo cual la gerencia de Emcali debería considerar la posibilidad de aplicar medidas como la que ya tomó Acuavalle, empresa que empezó a aplicar el desincentivo por exceso de consumo de agua en 15 municipios. En esos territorios, quienes superen los límites fijados por las autoridades recibirán en la factura el cobro de la tarifa plena, sin subsidio.

En una emergencia como la actual no basta convocar la buena voluntad de los usuarios. También es preciso actuar con firmeza, utilizando los recursos que provee la Ley, para evitar una crisis mayor.