Mañana miércoles inicia el Festival de Literatura Internacional Oiga Mire Lea. Once años.

La Biblioteca Departamental, su director Fernando Tamayo, su equipo, Catalina Villa y su sabiduría, le regalan a Colombia este encuentro con libros, música, ballet, teatro, talleres de literatura infantil, recitales de poesía, clubes de lectura. Cinco días para sumergirse en el universo intangible y poderoso de la palabra, el arte, los sones; regalos espirituales, porque están dirigidos al alma para enriquecerla.

Repaso una y otra vez la programación: más de cien invitados, todos los auditorios abiertos desde las diez de la mañana hasta la noche, gratis, único en Latinoamérica.

Llega Lydia Cacho -la mujer que ha dedicado su vida a investigar y denunciar la trata de niños en México, logrando enjuiciar y condenar altos mandos del gobierno, secuestrada y violada por orden de ellos, su casa incendiada y su doloroso y obligatorio exilio en España- para compartirnos muchas cosas. La escuché hace tres años en Cartagena y me marcó para siempre. Volví estos días a releerla, me estremecí de nuevo.

Florence Thomas, Héctor Abad Faciolince, Gustavo Álvarez en duelo verbal con Carmiña Navia, Pepe Zuleta y su ‘Sol bajo la lluvia’, Miguel Bettin con sus ‘Adicciones, mitos y realidades’, Piedad Bonnet y su ‘mujer incierta’, Francois Dolmetsch con su ‘arqueología del rebusque’, y Pilar Quintana, para nombrar algunos de los colombianos.

Argentina llega con Dolores Reyes y sus obras ‘Cometierra, Selva amada y Miseria’; Pablo di Marco, quien sostiene que “los novelistas somos grandes, irresponsables, no somos otra cosa más que mentiras que inventamos”, pero advierte, que “cuando éramos tres, si va en serio”, se mete con Pizarnick y Cortázar; Fernanda Trias y Javier Peña de España con sus ‘Infelices’, quien adora el fracaso que lo ha llevado a la cumbre del éxito.

Perú con Katya Adavi, premio nacional de literatura 2023; estética rupturista, retadora. Uruguay con Ana Ibarra y su ‘Mujer Migrante’ y su desolación y lucha. Rai Soares de Brasil, Brenda Navarro de México y sus ‘Cenizas y Casas Vacías’.

Se me acabó el espacio, me late el corazón. Desde el 10 al 14 de septiembre me voy a vivir a la Biblioteca Departamental.

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Posdata. Me pregunto una y mil veces, como lo espetó Lydia Cacho en un Hay, por qué ningún escritor colombiano ha investigado ni publicado nada sobre la trata de mujeres y niños en este país.

Sí, es obvio que existe, no solo en Cartagena o en Pereira, sino en todo el territorio, calladitos, cobardes; nadie tiene las agallas. Solamente mujeres mexicanas, quienes saben que exponen sus vidas. Aquí somos feministas de solapa, pierna cruzada y ‘nos hacemos las estrechas, aunque nos quepa un piano’.