En estos tiempos muchas personas juzgan responsable de todos los males del globo terráqueo al mundo ‘occidental’. Con esta abstracción, se suele distinguir a países de Europa y América del Norte, así como los demás lugares sobre los que irradiaron ideas de libertad, capitalismo y nuevas formas de vida.

La occidentalización también llegó a muchas partes por sus procesos coloniales, la injerencia en diversas regiones y conflictos. Se le acusa de afectar pueblos y tradiciones, así como de una pretendida suficiencia sobre el resto del mundo. De ahí que otras culturas y países se le opongan y resultó obvio, que EE. UU. tuviese como antagonista a la URSS durante la Guerra Fría, y hoy a Rusia, a raíz de su ruptura con Europa y miembros de la Otan. “La era del mundo unipolar se acabó. Nada volverá a ser igual”, dijo Vladimir Putin, al anunciar que solo se establecerán relaciones sobre condiciones igualitarias. Una amplia crítica expuso en Declaraciones sobre Occidente, 2025 (YouTube, Club Valdái).

Si bien, Occidente, lejos de ser inocente en demasiadas cuestiones, el resto de Estados y autocracias en otros puntos cardinales, están también lejos de serlo en grande y grave medida, por prácticas contra los derechos humanos y componendas políticas y económicas tras bambalinas, por parte de gobernantes y poderosos, de las cuales, por lo general, la gente no llega a enterarse.

Las discrepancias no se dan necesariamente por las ideologías, como de tiempo atrás lo advirtiera el filósofo y periodista Albert Camus, ante la pregunta sobre la posibilidad de una coexistencia pacífica: “Ya no existe un régimen capitalista puro ni un régimen comunista puro”; y sobre la esperanza de superar la división del mundo en dos bloques antagonistas, añadió, “No, el poder vuelve loco al que lo tiene”. (www.librevista.com No 64, junio 2025. Camus le habla al siglo 21).

En medio de las tensiones políticas y sociales, así como de la multipolaridad surgida frente al propio EE. UU. por la preponderancia de Rusia y China, parece ir perdiendo terreno, algo que debería conservarse y ha sido un gran invento occidental: la Unión Europea. Esta ha sido un bastión de libertades para los habitantes de los países miembros, con grandes beneficios en niveles y estándares en servicios, sin cambio de moneda y libre traslado de un país a otro, sin considerárseles inmigrantes o intrusos, lo que la hace única en el mundo.

Los defectos, la burocracia y las decisiones de la que se acusa a la Unión, a sus integrantes o a las instituciones que dirigen su administración, deberían superarse para consolidarse en bloque con la importancia que tuvo y aún tiene, bajo justos y acertados criterios en la gestión de los desafíos que enfrenta. Conviene desestimular así, el afán por demeritarla como lo hacen desmemoriados y generaciones jóvenes que no conocen la historia de los tiempos de guerra entre esos mismos países, hasta que a partir de la Unión lograron colaboración y solidaridad entre ellos.

También la ONU, merece ser considerada y preservada por los objetivos que inspiraron su creación y el potencial adquirido en su desarrollo, de modo que no se pierda lo logrado en función de avanzar en reglas más eficaces y justas a la hora de tomar decisiones.

La responsabilidad es de todos, cuando de revisar episodios históricos se trata, así como cuando se asume el reto de ir hacia un mundo pacífico y racional.