Como no soy crítico literario, sino un devorador de libros desde cuando Ester Roldán me enseñó a juntar letras en su escuelita de Tuluá, no puedo definir si la obra póstuma del nobel colombiano es novela corta o cuento largo.

De lo que no me cabe duda alguna es que ese texto fue escrito desde la primera hasta la última palabra por García Márquez, antes de que su memoria cayera en las brumas del olvido.

Es posible que su editor Cristóbal Pera o su eficiente secretaria Mónica Alonso hayan hecho correcciones simples, pero el estilo, la musicalidad, la puntuación y la trama solo podían salir del medio de escritura utilizado por el autor en su casa de México D.F.

Ahora saltan los críticos, muchos de ellos los que abominaron del cataqueño por sus posturas políticas, a censurar la publicación de ‘En agosto nos vemos’, que en buena hora autorizaron sus hijos Rodrigo y Gonzalo García Barcha. En el prólogo, ambos se declaran culpables de hacer lo que hicieron, pero quedan absueltos, pues su ilustre padre les dijo con relación a la obra: “Hagan lo que quieran”.

No soy objetivo en cuanto a la figura literaria de García Márquez, y estimo con Daniel Samper Pizano, que después de Cervantes, es el más grande escritor en idioma castellano.

He leído y releído todo lo escrito por García Márquez y por eso me atrevo a decir, que luego de esa cumbre que es ‘Cien años de soledad’, me sedujo más ‘El amor en los tiempos del cólera’, que es la más prodigiosa historia de amor que ha pasado por mis ojos, superior a ‘Madame Bovary’ o ‘Ana Karenina’ o ‘El amante de Lady Chaterley’.

Esta última obra de García Márquez la leí en un par de horas. La trama de que la mujer que va a una isla todos los agostos a llevar gladiolos a la tumba de su madre, y que siempre busca efímeros encuentros sexuales con hombres desconocidos, parece una simpleza. Pero lo que debemos apreciar es la belleza de los párrafos, las palabras reinventadas por el autor, que riñen a veces con las definiciones del diccionario, en fin, todo en ella logra que seamos solidarios con Ana Magdalena Bach, en su extraña conducta eróticosexual.

Ese cuento largo o novela corta ha sido, como siempre sucedió cuando García Márquez lanzaba algo suyo, un éxito en ventas, porque la gente acudió en masa a comprarlo.

No habrá más obras de nuestro compatriota. Pero sus 23 novelas, los excelentes cuentos, las notas de prensa, o las entrevistas, como las compiladas por mis queridos amigos Poncho Rentería y Fernando Jaramillo, quedarán por siempre como centinelas de la memoria, de quien dio a Colombia tanto prestigio ante el mundo.

No pude ocultar el orgullo de colombiano cuando en reciente viaje a Barcelona conocí la deslumbrante biblioteca ‘Gabriel García Márquez’. El edificio que la alberga es perfecto, y sus usuarios, aparte de los libros, cuentan con alto número de computadores, y son legión los muchachos y muchachas que acuden para adelantar allí sus trabajos universitarios.