Hace muchos años, tantos que el número se pierde en la bruma del olvido, por invitación de Carlos Holmes Trujillo Miranda ingresé a Revitalización Liberal, el movimiento recientemente fundado por el carismático líder cartagüeño.

Fue aquella una aventura política por la que nadie daba un céntimo pues enfrentaba a todos los jefes liberales del departamento, que hacían causa común para excluir a Trujillo de los cuadros rojos del Valle del Cauca.

Yo, con el entusiasmo que pongo a todo lo que emprendo, recluté a unos amigos tulueños -Freddy Jaramillo, Fernán Muñoz y Mario Restrepo- con los que iniciamos la campaña para las elecciones de Congreso, asamblea y concejo local.

Todos éramos bisoños en cuestiones electorales, pero nos sobraba corazón y amor por la bandera roja que Trujillo enarbolaba y cuyo verbo enardecía a la masa en las plazas públicas, que vibraba al conjuro de su elocuente discurso.

Aquello fue apoteósico, porque sin dinero, sin prensa -sólo ¨Voces liberales¨ que yo publicaba en mi pueblo- y sin el apoyo de los jefes nacionales, logramos un escaño en el Senado para Trujillo y dos en Cámara de Representantes, uno para Néstor Urbano Tenorio y otro para mí.

Por aquellas calendas, Carlos Holmes y José Renán, los hijos de Carlos Holmes y Genoveva, eran un par de chicos que apenas asomaban a la adolescencia. Muy inteligentes, especialmente deferentes conmigo, y en ellos vi un futuro promisorio.

Carlos Holmes, el mayor, al recibirse de abogado en la Universidad del Cauca, viajó al exterior pues su padre fue embajador en Alemania y Japón, y por eso adelantó una maestría en Negocios internacionales en la Universidad de Sofía en Tokío, que le permitía hablar fluidamente el enredado idioma de los hijos del Sol Naciente.

Fue el primer el alcalde de Cali por votación popular. Ocupó silla en la Asamblea Constituyente que aprobó la Carta de 1991. Ministro del Interior, de Educación y hasta hace poco Canciller y de Defensa. Embajador en la OEA y ante la Unión Europea con sede en Bruselas, en todas partes dejó la impronta de su cordial personalidad y de sus altas dotes para la diplomacia.

En los últimos años se convirtió en figura destacada del uribismo y creo que el jefe supremo se equivocó al privilegiar a Duque sobre nuestro paisano, porque Trujillo tenía conocimiento amplio del manejo del Estado, superior al del improvisado que escogió, al que le faltó hacer el curso completo para llegar a esa instancia presidencial.

Carlos Holmes tenía pensado renunciar en marzo para presentarse como candidato en 2022, desde luego si lograba la anuencia de Uribe, pues sin ella nadie de su clan puede aspirar. Tengo serias dudas de que el patrón de El Ubérrimo hubiese avalado la pretensión del vallecaucano, pero juzgo que no hay en esa asociación de mediocres que está en el partidor esperando la sacrosanta bendición nadie mejor que Trujillo, a quien sí le cabía el país en la cabeza.

Mi amistad con Carlos Holmes no se deterioró a pesar de estar cada uno en las antípodas de la política criolla. Lo aprecié siempre como persona de grandes valencias intelectuales, y era de lejos el más sensato y conciliador de sus copartidarios del Centro Democrático. Era, en síntesis, un hombre decente.

Le hará falta Carlos Holmes a la política colombiana pues con él se va un actor con el que los acuerdos eran posibles porque no tenía ningún asomo de sectarismo. Paz en su tumba.