Willy Valdivia es CEO de Orion Integrated Biosciences, una empresa de seguridad nacional que usa fuentes abiertas. También es columnista de El País. Hace un tiempo, Willy desarrolló una herramienta para medir la calidad de sus propias columnas: el Índice de Calidad de Contenido (CQI), basado en análisis lingüístico riguroso. Lo que comenzó como un ejercicio de autocrítica se convirtió en una herramienta para analizar los contenidos producidos por los principales medios de comunicación de Colombia.
Los resultados me llenaron de satisfacción. Aunque el índice fluctúa diariamente, El País rankea consistentemente en el top cinco nacional, ubicándose en ocasiones en la segunda posición con un puntaje de 0,451, destacándose por su «fuerte consistencia y alto nivel analítico».
¿Qué mide exactamente este índice? Evalúa la calidad periodística desde dos dimensiones: el estilo -cómo se dice- y la cobertura -qué se dice y a quién se cita.
El estilo se detecta mediante métricas precisas. La tasa de citas directas y atribución de fuentes indica rigor: un medio que cita más y atribuye correctamente demuestra compromiso con la verificación. La densidad modal -el uso de verbos como «podría» o «debería»- revela si un medio especula o afirma con certeza. La variabilidad emocional muestra si la redacción busca informar o inflamar. La diversidad léxica distingue entre un vocabulario rico y uno simplificado.
La cobertura examina qué historias se cubren, cuáles se ignoran, y a quiénes se les da voz. Un medio puede tener redacción impecable pero sesgar su agenda hacia ciertos actores.
¿Por qué importa esto hoy más que nunca? Vivimos una paradoja informativa. Nunca antes hubo tanta información disponible, y nunca antes fue tan difícil distinguir lo verdadero de lo falso. La inteligencia artificial genera artículos en segundos, crea imágenes falsas indistinguibles de las reales, y clona voces con precisión escalofriante. Cualquier persona con un teléfono es creador de contenido, sin editores, sin verificación, sin consecuencias.
En este contexto, el periodismo riguroso no es un lujo. Es un antídoto indispensable. El próximo año Colombia enfrenta elecciones nacionales, y la calidad de la información que consuman los ciudadanos determinará la calidad de sus decisiones en las urnas. Cuando una noticia falsa puede viralizarse en minutos, cuando los deepfakes pueden fabricar declaraciones que nunca ocurrieron, cuando las redes sociales amplifican la indignación sobre la reflexión, los medios que verifican, que citan fuentes, que miden sus palabras, se convierten en infraestructura crítica de la democracia. Sin información confiable, no hay voto informado. Sin voto informado, no hay democracia real.
No comparto estos resultados por vanidad. Los comparto porque usted, lector, merece saber que cuando abre El País está accediendo a uno de los medios más rigurosos de Colombia. Los datos lo confirman.
Durante más de siete décadas, El País ha servido al Valle del Cauca con compromiso inquebrantable con la verdad. Hoy, cuando algoritmos pueden medir lo que antes solo se intuía, ese compromiso se valida con evidencia. No somos perfectos. Pero en una era donde la desinformación es arma y la credibilidad es escasa, seguiremos apostando por el periodismo que verifica antes de publicar.
El País se mantiene como un faro que ilumina al occidente colombiano.