Colombia está pasando por uno de los momentos más inciertos de su historia reciente. Las promesas de transformación que trajo el actual gobierno han terminado en frustración, polarización y retroceso. Mientras se insiste en discursos desde el poder central, muchas regiones ya entendieron que no podemos seguir esperando. Si queremos recuperar al país, debemos hacerlo desde los municipios, los departamentos y las regiones, donde sí podemos construir nuevos liderazgos que nos permitan afirmar, como lo dice la oración patria, que vivimos en una Colombia grande, respetada y libre.
En Antioquia, su gobernador ha sido enfático en defender a su gente frente a decisiones nacionales que afectan la seguridad y la inversión. En Santander, los gremios empresariales han reclamado reglas claras y respeto a la libertad económica. En el Eje Cafetero, se sigue apostando por el trabajo, la productividad y el valor de la educación técnica como motor de inclusión.
En mi Cali y en mi Valle del Cauca —epicentro de la toma guerrillera que sufrimos entre abril y junio de 2021, que exacerbó el clima social y político de descontento con el gobierno de Duque y con los partidos tradicionales, favoreciendo la elección de Gustavo Petro— también se está gestando una respuesta, silenciosa, pero firme.
Nuestro alcalde, Alejandro Eder, ha impulsado una agenda centrada en la reactivación de la economía, priorizando la transparencia en la contratación. Su administración va a invertir en el mayor plan de recuperación vial en la historia de la ciudad. También se ejecutarán obras de infraestructura social, se fortalecerá la movilidad sostenible, se fomentará la educación, se promoverá la vivienda y se trabajará por mejorar la seguridad, recuperando así la confianza ciudadana en nuestra Sultana del Valle.
Por su parte, la gobernadora Dilian Francisca Toro ha liderado nuestro departamento defendiendo el papel de las regiones frente a decisiones centralistas del actual gobierno.
La solidez de una sociedad se mide por su gente. Y en Cali y en el Valle hay gente que no se rinde. Empresarios que arriesgan, jóvenes que emprenden, madres cabeza de hogar que levantan negocios. Todos ellos forman la fuerza silenciosa más importante que está levantando esta región desde sus cimientos.
Colombia se va a recuperar. Pero no será con imposiciones desde un gobierno que ha desconectado sus decisiones de la realidad productiva del país. No será desde un modelo que desincentiva el trabajo, que castiga al empresario y que divide en lugar de unir.
Será desde las regiones que sí creen en la iniciativa y en el trabajo bien hecho. Desde quienes no están esperando que todo venga de arriba, sino que ya están construyendo desde abajo. Donde la esperanza no es una consigna ideológica, sino un proyecto que se pone en marcha cada día. Donde el futuro no se decreta, sino que se trabaja.
Hoy, más que nunca, necesitamos unirnos como ciudadanos. Que cada uno aporte desde su rol, su barrio, su empresa o su hogar. Colombia no se cambia desde un discurso, se cambia con compromiso, acción y trabajo compartido.