“No es analfabeto aquel que no sabe leer, sino aquel que sabiendo leer, no lee”.
Todavía resuenan en mi cabeza los aplausos a Gustavo Álvarez Gardeazábal en la clausura de ‘Oiga, Mire, Lea’. Su conversatorio con María Elvira Bonilla estuvo cargado de historias, anécdotas, nostalgias y fuerza. Mucha fuerza.
Como dijo Gustavo, “mi libro era una novela y terminó en texto de historia”, y María Elvira, preguntándole si Colombia está destinada a la maldición de vivir en círculos de muerte, porque Cóndores no cumple cincuenta años, la historia se repite y con más saña. Ya no es León María Lozano, son miles de cóndores que siguen revoloteando y seleccionando sus presas, en fin.
Todavía estoy repleta de palabras, sensaciones, emociones. Alonso Sánchez Baute y su ‘Parábola del salmón’ con su desgarrada historia.
Melba Escobar, tan lúcida y seria regalándonos la verdadera historia de la Venezuela actual. No la de las páginas de los pasquines, sino recordándonos nuestra propia historia y aterrizándonos a la realidad.
Implacable, dura, confrontadora en su libro ‘Cuando éramos felices y no lo sabíamos’.
Rodrigo García Barcha comentando su ‘Despedida’ a sus padres, Gabo y Mercedes, un homenaje austero lleno de amor y respeto.
Juan José Millás y Arzúa invitándonos a conocer 'nuestros abuelos' en un duelo de sabiduría ingenio e inteligencia.
Camila Sossa Villada sacándonos lágrimas con su historia, su valor, su dolor, sus triunfos, honesta y valiente, un ser de luz. ‘Las malas’ es una obra imperdible para comprender, respetar, amar y admirar. Su sonrisa llenó la pantalla. Sus ojos de gacela humedecidos por el recuerdo materno que le enseñó el mundo de los libros.
Fernanda Trías y su ‘Mugre rosa’, que huele, ahoga, duele, divierte, sacude. No sé cómo lo logra pero yo visualicé cada momento, sentí ese calor, esa niebla aplastante, ese sol de aluminio, me aturdí con las pataletas del niño y me dolí con esa madre extraña y ese marido ausente.
José Zuleta y ‘Lo que no fue dicho’, en que nos dice todo con una fuerza de tsunami envuelta en la suavidad de una prosa delicada y poética, pero feroz. Cuánto dolor. Cuánta rebeldía. Cuánta ternura. ¡Quedé tocada!
En fin. No acabaría nunca. Seis días de letras danzando en el aire, ese primer encuentro presencial en el auditorio principal, decorado con elegancia y sobriedad por Juan Carlos Uribe.
Esa entrega y pasión de Catalina Villa; ese apoyo lleno de calor humano de Mónica Perlaza; la labor callada de James Basto, Nelson Parra y todo ese equipo unido para poder regalarle a Cali, al Valle del Cauca, a Colombia y al mundo esta fiesta en que la palabra escrita se tomó la palabra abriéndonos horizontes y esperanzas.
Gracias Clara Luz Roldán. Gracias a todos los que pusieron su grano de arena. El País, Telepacífico, Cartón Colombia, Emisora Carvajal. A todos. Broche de oro en este Séptimo Festival Oiga, Mire, Lea.
***
Posdata. Me imagino ya a Catalina Villa y a Mónica Perlaza atrapando desde ahora a Juan Gabriel Vásquez, Sergio Cabrera y a Manuel Vilas.
¡Empezó el Octavo!