Aunque los estadios todavía permanecen cerrados para las hinchadas debido a la pandemia del Covid-19, la violencia entre las barras se sigue escudando bajo una camiseta.

La preocupación no es para menos. Los anuncios de programas y acciones preventivas están en el papel, mientras algunos integrantes de estos grupos de fanáticos reinciden en peleas con saldos trágicos, antes o después de un clásico futbolero.

Según analistas y concejales, “las medidas de las distintas administraciones han sido pañitos de agua tibia” para frenar este tipo de intolerancia que podría escalar más porque tiene profundas raíces sociales y económicas.

“Se necesita una verdadera política para desactivar estas conductas. En ella debe haber una articulación entre barristas, los clubes profesionales de fútbol, el empresariado, la academia y la Alcaldía. No bastan las medidas al calor de una tragedia”, sostiene la concejala Diana Rojas.

La última víctima fue el aficionado Jorge Humberto García, de 27 años, quien murió el pasado 11 de marzo luego del partido Cali-América en medio de una trifulca de barristas en el barrio Sindical, al oriente de Cali. Una semana antes perdió la vida Celeste, una bebé de un año, tras ser impactada por una bala perdida durante una batalla campal en el barrio Julio Rincón, lo que causó consternación nacional.

Otro hecho doloroso (que aún recuerda la gente) ocurrió el 8 de febrero del 2020, cuando el hincha escarlata Arley Andrés Carvajal fue atacado a puñal mientras caminaba por una calle del sector de Guaduales.

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Ese apasionamiento se ha convertido en una forma de vida para miles de jóvenes de la generación ‘ni ni’, es decir, que ni estudian ni trabajan, según lo destacó un estudio de las investigadoras de la Universidad del Valle divulgado durante el 2017, y cuyos alcances siguen vigentes.

“Estos colectivos lo integran en su mayoría muchachos entre los 14 y los 26 años de edad, los cuales no están exentos de las problemáticas sociales que afectan a la mayoría de la población joven, siendo el desempleo lo que más los impacta. Eso requiere de una atención integral por parte del Estado con programas y proyectos sostenibles, aterrizados a sus necesidades”, planteó la investigación.

Precisamente, las cifras retratan esa cruda realidad. La mayoría de los casos trágicos se han presentado entre los seguidores del América con 38 víctimas entre 2008 y 2021. Le siguen barristas del Nacional con 32, Deportivo Cali 22, Millonarios 15 y el Independiente Medellín con 8 muertes. La quinta parte de los fallecidos eran menores de edad.

Vea aquí el especial de El País sobre la violencia en las barras de fútbol: Pasión Mortal

Un fenómeno profundo

¿Por qué las soluciones y anuncios oficiales siguen el limbo? Este es el gran interrogante ciudadano frente a esta clase de violencia urbana que ha dejado alrededor de 150 víctimas en los últimos doce años en Cali y el resto del país, según lo estableció el especial ‘Pasión Mortal’ publicado hace poco en la versión impresa y web de El País.

Para Adalberto Sánchez, director del Instituto de Investigación y Desarrollo en Prevención de la Violencia y Promoción de la Convivencia Social, Cisalva, de la Universidad del Valle, “se trata de grupos de convergencia que apoyan un equipo, pero existe allí un universo de interacciones con una heterogeneidad de intereses. Se mezclan allí elementos que incluyen también actividades ilegales que son caldo de cultivo para este tipo de manifestaciones violentas”.

Generalmente, anota el investigador, todo empieza con pequeñas disputas y riñas, “pero después se escala hacia situaciones más agresivas y eventos letales donde la comunidad resulta finalmente afectada”.

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Para el Director de Cisalva, las medidas –para lo que se denomina lo agudo– no han permitido superar los problemas que están detrás de las barras tales como la exclusión social, ausencia de oportunidades a jóvenes de zonas vulnerables, desempleo, marginamiento y la falta de escolaridad, atención alimentaria y en salud.

Para Sánchez, se trata de un fenómeno muy complejo que aún no se ha terminado de diagnosticar. “Las intervenciones por parte de las autoridades pareciera que no han sido las mejores”.

“El fenómeno de las barras no debe ser un elemento aislado de la sociedad, y más ahora en la actual crisis social y económica que afecta al mundo”, subraya el experto.

Se estima que las principales barras que existen actualmente en Cali, más otras más pequeñas, las conforman alrededor de 8.000 miembros activos.

Nuevo barrismo social

En la última semana la Alcaldía y otras autoridades realizaron nuevas reuniones para adoptar acciones dirigidas a contrarrestar la violencia entre las barras más representativas como son Barón Rojo Sur y Frente Radical Verde, que junto a otras más pequeñas agrupan a unos 8.000 miembros.

En tal sentido, el secretario de Paz y Convivencia Ciudadana, Danis Rentería, dice que “el 26 de marzo el alcalde Ospina firmará el decreto del nuevo barrismo social, una nueva política pública en ese sentido para Cali”.

El programa manejará un presupuesto de $3.000 millones que se invertirán en tres etapas. La primera fase será la formulación de la política del barrismo social, su reconocimiento y caracterización, más semilleros artísticos. En la segunda se promoverán escuelas culturales e intercolegiados futboleros, incluyendo un carnaval y emprendimientos empresariales. Todo se complementará con programas de formación y becas con el Sena y las universidades, afirma Rentería.

La tercera fase proyecta un encuentro nacional de colectivos barristas con el apoyo de la Policía, la Dimayor y la Presidencia de la República.

Rentería admite que “el problema es profundamente social y no de las barras como tal cuyos integrantes viven en territorios que acusan violencia y falta de afectos en las familias. Por ello, esta política pública apunta a mejorar la convivencia entre los jóvenes”.

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Por un gran pacto

Muchos analistas opinan que falta una verdadera vinculación de los equipos profesionales y de las empresas privadas dedicadas a la boletería y producción de indumentarias deportivas, para ayudar a resolver los problemas sociales de estos colectivos.

Por ello, se ha planteado un gran pacto donde su finalidad sea apoyar programas dirigidos a los barristas, evitando que muchos jóvenes sean atrapados por las estructuras criminales y su accionar violento.

“Debemos hacer un pacto entre todos los sectores de la sociedad. No debe ser un gesto de caridad como la entrega de un mercado, sino escalar hacia una verdadera solidaridad”, resalta el director de Cisalva, Adalberto Sánchez.

Por su parte, concejal de Cali Terry Hurtado indica que “las barras no son necesariamente un sinónimo de violencia. Por ello se ha planteado una política pública para las barras con recursos que deben ser manejados de forma idónea por profesionales comprometidos”.

Agrega que “el sector privado caleño debe crear espacios de Responsabilidad Social Empresarial para apoyar con dineros esa iniciativa y un enfoque adecuado. Es el reto que tiene la Secretaría de Paz”.

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Desarme

Mario Andrés Lozada, delegado de barrismo de la Arquidiócesis de Cali, indica que “no es un secreto para nadie que la violencia por colores se
ha salido de control porque no ha habido un proceso integral para prevenirla, escuchando principalmente a las víctimas”.

Anota que los esfuerzos han sido mínimos, ya que desde el 2002 no existe un proceso continuo. “Esas luces se han quedado cortas por la violencia, la cual hemos rechazado, exigiendo entre otras cosas, un desarme en la ciudad”.

A propósito

Prevenir desde los hogares: Personero

Para el personero de Cali, Hárold Andrés Cortés Laverde, la persistencia de la violencia actual responde a muchos factores, ya que las estrategias en materia de prevención han sido insuficientes en el caso de las barras y la comunidad en general.

“No se pueden implementar las mismas medidas y esperar resultados diferentes frente a lo que se ejecuta hace muchos años, y más ahora cuando la violencia arrecia cada día”, advierte el funcionario.

Por eso, agrega, es fundamental la creación de una estrategia integral que aborde y considere los factores de riesgo que están afectando a los jóvenes y que, incluso, persisten hasta su vida adulta con situaciones como la violencia intrafamiliar, la desescolarización, el abandono, el ‘bullying’, la pobreza y la falta de inclusión social.

A lo anterior se añaden, destaca el Personero, coyunturas como la presencia de estructuras criminales en los barrios, la intolerancia en conflictos y los aprendizajes familiares. “Todo eso se va transmitiendo a nuestros jóvenes y adolescentes”, afirma el Personero.