Por Juan Carlos Moreno Urán, periodista El País.

“¿Cuándo un comportamiento empieza a ser patológico? ¿Cuándo un comportamiento está fuera de la norma? ¿Cuál es la norma? Pero esto cambia en una época, por ejemplo, la homosexualidad era patológico y se curaba. Yo creo que era una preocupación que me rondaba y por esta razón, descubro de mis ganas de hacer documental, los documentales son un sitio relativamente marginal en el mundo, donde se puede mirar para el centro”, se cuestiona la directora Catalina Villar, una colombiana que hace más de 20 años migró a Francia y se dedicó a hacer documental.

“Tal vez descubrí un poco más, de porque quiero estar en ese sitio marginal. Básicamente, eso fue descubrir mis propios miedos al respecto”, responde la directora sobre los descubrimientos que tuvo personales con esta película. Ella, en este trabajo audiovisual, entrevista ante la cámara a muchos médicos, especialistas e investigadores que dan su opinión sobre cómo la psiquiatría se adapta, por así decirlo, a las normas sociales que también van cambiando con el tiempo.

El espectador de Ana Rosa se enfrenta a la historia de la lobotomía, inventada por Egas Moniz, a quien en 1949 le otorgaron el Nobel de Medicina. | Foto: El País

Ella nos habla de ciertos temores con los que se encuentra con la realización de este filme: “Lo que quiero expresar es que, definitivamente, hay una lucha interna que enfrento dentro de mí misma, y creo que no soy la única. Es una lucha entre lo que la sociedad espera de uno y lo que realmente uno quiere ser. Personalmente, siento que tengo arraigada esa expectativa social en mi interior, pero al mismo tiempo tengo un deseo de ser rebelde frente a ciertos aspectos de esa expectativa. Esta lucha ha sido una constante en mi vida, y se ha manifestado de diferentes maneras”.

La bogotana comenta que: “Cuando tuve la oportunidad de irme a Francia y participar en la industria cinematográfica, fue un momento crucial para mí. Fui parte de una familia donde nadie estaba involucrado en actividades artísticas, lo cual me llevó a cuestionar y lidiar con las estructuras sociales preestablecidas. Esos momentos fueron verdaderamente desafiantes y reveladores para mí. Creo que esta lucha es algo que muchas personas experimentan en su vida, pero para mí, se hizo más evidente y significativa durante la realización de esta película. Fue una experiencia transformadora que me permitió entenderme a mí misma de una manera más profunda y auténtica”.

Hacer documental

Catalina Villar presenta su perspectiva sobre lo que significa, a su modo de ver, filmar en este género cinematográfico: “Para mí, hacer documental es mucho más que simplemente grabar imágenes y sonidos. Representa una forma única de ver el mundo y de compartir mi perspectiva con los demás. Es una oportunidad para conectarme con las personas y explorar sus historias, sus culturas y sus realidades”.

“El documental me permite utilizar el lenguaje cinematográfico para transformar la realidad de una manera artística. A través del encuadre, del sonido y del montaje, puedo darle forma a la narrativa y ofrecer una nueva visión del mundo. Esta capacidad de contar historias de una manera diferente es lo que más valoro de hacer documentales. Además, creo que el documental ofrece la oportunidad de mostrar una versión alternativa de la realidad, una que a menudo no se escucha en los medios de comunicación tradicionales. Es una forma de amplificar voces y perspectivas que de otra manera podrían quedar en silencio”, agrega Catalina, una directora con una vasta experiencia en la dirección de productos audiovisuales.

Nacida en Bogotá, Colombia, vive en París desde 1984. | Foto: El País

Nacida en Bogotá, Colombia, vive en París desde 1984. Allí se graduó en la Escuela de Ciencias Sociales y estudió cine en La Fémis. Ha dirigido, entre otros, los documentales Les Parrains de la drogue (1995), Diario en Medellín (1998), Patricio Guzmán, une histoire chilienne (2001), Bienvenidos a Colombia (2002), Inven- te moi un pays (2005) y la ficción La Legende de la Mere Perdue (2005), La Nueva Medellín (2015), Maux d’enfants Mots d’adultes (2016), Camino (2017).

Desde el 2000, es profesora en La Fémis, en la EICTV de Cuba y en los Ateliers Varan. Con estos últimos, ha organizado talleres de dirección documental en Europa y Latinoamérica. Es jurado internacional en varios festivales de documental: Nyon, Marsella, Santiago de Chile, Festival de documental de Bogotá, Colombia y de 100% Colombie Documentaire (París).

El silencio familiar

Catalina cuestiona el silencio familiar que rodea a Ana Rosa Gaviria Paredes, su abuela paterna, de quien no hay recuerdos verbales ni fotográficos. De ella, lo único que se sabía, era que tocaba piano y sufrió una lobotomía, por lo que en esta película busca relegitimar a su abuela y tratar de buscar quién era “antes de perderse en los meandros de un cerebro desconectado”, como lo describe con sus palabras.

La tarjeta de identidad de Ana Rosa refundida en un cajón fue suficiente para que la directora cuestionara porque la familia borró todo lo relacionado con esa mujer que nació el 27 de abril de 1904 en Mariquita, Tolima.

“Yo sí sabía que le habían hecho la lobotomía. Cuando empecé a escudriñar todo esto me pregunté ¿cómo es posible que yo, habiendo cursado unos años de medicina, interesándome por la psiquiatría y siendo una obsesionada por ese tema… la palabra lobotomía no haya hecho un detonante en mi mente?”, dice Catalina Villar, quien en 2017 codirigió junto a su esposo Yves de Peretti Camino, filme en el que exploran el vínculo entre psiquiatría y ciencia, psiquiatría y poder, psiquiatría y norma.

“Los tratamientos que dicen ayudar al enfermo también tienen la intención de proteger a la sociedad de toda esa gente que es distinta a nosotros, a la que hay que encerrar y ponerla lejos”, agrega la realizadora, quien encontró en la lobotomía ‘la lupa’ que le permitió indagar sobre el pensamiento filosófico y moral de lo que es una norma, un síndrome, un síntoma, o una acción de un individuo que hay que controlar por medio de un antipsicótico.

En el caso de la familia de la cineasta, la vergüenza trasciende el tema de la salud mental porque, aparte de borrar todo rastro de vida de Ana Rosa Gaviria Paredes, también oculta a quienes decidieron que a ella debían practicarle la lobotomía y las razones por las que creían tal cosa. | Foto: El País

¿Por qué ver Ana Rosa?

“Pues yo invitaría a ver Ana Rosa porque es mi abuela paterna, nunca tuve la oportunidad de conocerla. Cuando decidí hablar de ella, descubrí que su historia era el reflejo de muchas otras mujeres que han sido atormentadas por una psiquiatría un tanto maltratante, encasilladas por los hombres en cierta forma. Creo que Ana Rosa va más allá de ser solo mi abuela; espero que su historia cuente una parte importante de la historia de la psiquiatría colombiana y lo que puede significar la lobotomía como un tratamiento usado para personas que están pasando por problemas mentales”, comenta Catalina Villar sobre la importancia de ver su película en salas de cine.

‘Ana Rosa’ es una producción de Perrenque Media Lab (Colombia), en coproducción con L’atelier Documentaire (Francia); con el apoyo del Fondo para el Desarrollo Cinematográfico, Proimágenes Colombia, Minciencias, Centre National Du Cinéma et de l´image Animeé, Région Nouvelle-Aquitaine.

Catalina Villar es nacida en Bogotá, Colombia, vive en París desde 1984. Allí se graduó en la Escuela de Ciencias Sociales y estudió cine en La Fémis. Ha dirigido, entre otros, los documentales Les Parrains de la drogue (1995), Diario en Medellín (1998), Patricio Guzmán, une histoire chilienne (2001). | Foto: El País

¿Dónde ver esta película?

En diferentes salas de cine alternativas se va a estar exhibiendo esta producción.

  • Colombo Americano de Medellín: 18 de febrero 19:00 Sala 2
  • Cinemateca Museo La Tertulia:

Domingo 18 de Febrero 16:00

Miércoles 21 de febrero 18:20

  • En la Cinemateca de Bogotá programada durante todo el mes de febrero.
  • Además, la película continúa en salas de Cine Colombia del 15 al 21 de febrero en Bogotá (Av Chile), Cali (Chipichape), Medellín (Viva Envigado), Cartagena (Bocagrande), Barranquilla (Buenavista), Bucaramanga (Cacique)