El arte puede imponerse a los prejuicios del público, su poder de seducción derriba todas las prevenciones sociales y morales para presentar historias y personajes que, en la vida real serían rechazados y temidos, pero bajo la mirada de un gran artista resultan más humanos, y en ocasiones, carismáticos. La ambigüedad moral del gran arte impide juzgar en términos antitéticos de bueno y malo, puesto que los personajes más profundos siempre son ambos, así que, en algunos casos se llega a sentir simpatía por algún criminal encantador.

Pero, en el siglo XX, no hay ningún criminal más encantador que Don Vito Corleone en la película El Padrino, adaptación de la novela homónima de Mario Puzo, estrenada el 15 de marzo de 1972 en Estados Unidos, y que se convirtió de inmediato en un clásico del cine, no solo por su millonaria taquilla (entre 245 y 286 millones de dólares en el primer año de estreno), sino por su influencia en la cultura popular. A la fecha es considerada la segunda mejor película de la historia, por debajo del Ciudadano Kane de Orson Welles, que es una obra difícil y más reconocida por cinéfilos, mientras que El Padrino es un fenómeno cultural masivo, fue seleccionada para su conservación por el National Film Registry de la Biblioteca del Congreso norteamericano en 1990, y además existen juegos de mesa y videojuegos que recrean la historia de la familia Corleone y su saga.

Por ello no sorprende que para su 50 aniversario, la productora Paramount Pictures haya decidido estrenar de nuevo en las salas de cine, una edición especial de El Padrino. El próximo 25 de febrero, en Estados Unidos y otros países, se presentará de forma limitada una versión restaurada de la obra maestra del director Francis Ford Coppola. Como detalla un comunicado de la productora, para esta nueva versión se examinaron más de 300 cajas de rollos de película, buscando la mejor resolución posible para cada fotograma. Se dedicaron más de 4.000 horas para reparar defectos, como manchas y desgarros, y más de 1.000 horas para una corrección del color, todo supervisado por Coppola y el director de fotografía Gordon Willis, que también trabajó en la versión original. Igualmente se restauraron la segunda y tercera parte de la saga,

“Estoy muy orgulloso de El Padrino, que ciertamente define el primer tercio de mi vida creativa”, afirmó Coppola, quien en un trailer publicado la semana pasada en YouTube, invitó a todo el mundo al aniversario de su película.

En Colombia se están adelantando las negociaciones para proyectar esta edición limitada en las salas de cine nacionales, se espera que se estrene en la misma fecha anunciada por la productora, por lo que muchos están atentos a la preventa de boletas. Hay que recordar que El Padrino se estrenó por primera vez en los cines colombianos en septiembre de 1972.

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La frase más famosa de la película, “le haré una propuesta que no podrá rechazar”, no la inventó Mario Puzo para su novela, sino que la tomó de Balzac: está en Papá Goriot.

A propósito de la recepción de El Padrino en Colombia, José Urbano, crítico de cine y documentalista caleño, recuerda que tenía 11 años cuando fue a ver la película, era el año 1978 y fue en un pequeño teatro de variedades del barrio Santa Elena, allá había llegado una cinta vieja, ya muy gastada y con recortes en los fotogramas dañados, por lo que, en un principio él no entendió muy bien la historia, “ese era un teatro popular de cuarta vuelta, donde llegaban películas que ya habían pasado por otras salas, creo que esa versión estaba tan recortada que duraba una hora menos, pero no era por censura, sino el desgaste de la cinta”. Tuvo que esperar a los años 80 cuando se popularizó el VHS para verla completa.

Para José Urbano uno de los aspectos más interesantes de El Padrino, es que “fue una película muy accidentada que nadie creyó que tendría éxito, ninguno de los que participaron tenía demasiada confianza en el resultado final, todos estaban allí por razones económicas, no se pensó para ser un clásico, pese a ello, arrasó taquillas y consagró a su director y a los actores”.

Se necesitaría un libro para contar todos los hechos curiosos detrás de la producción de El Padrino. Para empezar, que cuando el escritor Mario Puzo, adicto a las apuestas, apenas tenía un borrador de 100 páginas de El Padrino, decidió vender los derechos cinematográficos a la Paramount Pictures por 12.000 dólares, era 1968. Ese dinero poco después se perdería de nuevo en los casinos, por lo que apremiado por las deudas y su familia, tenía esposa y 5 hijos, el escritor se vio obligado a terminar su novela por razones estrictamente comerciales y publicarla en 1969, con la fortuna de que se convirtió en un ‘best seller’ instantáneo, permaneciendo por más de 67 semanas entre los más vendidos de The New York Times. La popularidad del libro motivó a la productora para realizar la adaptación, desde luego que de no haber regalado ese borrador un año antes, podría haberlo vendido por mucho más. Sin embargo, como escribió Mario Puzo, “El Padrino no es en absoluto mi novela favorita, la escribí para ganar dinero”.

Algo parecido ocurrió con el director, Francis Ford Coppola con 30 años entonces, quien en un principio le pareció basura la historia de Vito Corleone y su familia, pero en ese momento llevaba a cuestas el fracaso comercial de sus dos películas anteriores, y ante todo quería hacer arte, no dramas sensacionalistas de mafiosos.Aunque no lo sabía, él fue la última opción que tuvieron en cuenta los productores, primero habían buscado figuras consagradas como Sergio Leone, Costa-Gavras y otros 10 directores más que declinaron. Coppola, que tenía como asistente en ese momento a George Lucas, aceptó a regañadientes, básicamente para reponer deudas que había contraído en sus películas anteriores. El resultado no pudo ser mejor, para la Paramount Pictures que hoy sigue recibiendo millonarios dividendos, superando en el primer año los 12.000 dólares de derechos y los casi 8 millones de producción, así como para Mario Puzo y Francis Ford Coppola, quienes en 1973 ganaron un Óscar a mejor guión, y El Padrino recibió el Premio a Mejor Película del año.

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En 1971, el mismo día que Coppola filmaba la secuencia de asesinatos ordenados por Michael Corleone, a solo cinco cuadras de las locaciones asesinaron al capo Joe Colombo.

En la misma edición de los Premios Óscar ocurrieron dos hechos inverosímiles. El primero, que Alfredo James Pacino o más conocido como Al Pacino, quien interpretó a Michael Corleone fue nominado a Mejor actor de reparto, a pesar de que era el protagonista de la película y aparece más tiempo en pantalla que Marlon Brando, quien encarnó a Vito Corleone, el padre de la familia. Y en segundo lugar, que Brando ganó el Óscar a Mejor actor protagónico, pero lo rechazó. No solo no asistió a la ceremonia, sino que envió como mensajera a Sacheen Littlefeather, una nativa americana que en su lugar tomó el micrófono y expresó a los asistentes el rechazó hacia “el maltrato de los indios estadounidenses en la actualidad por la industria cinematográfica y en la televisión”. A la Academia Cinematográfica esto no le importó y dejaron en firme al complicado actor como ganador.

Y vendrían las secuelas II y III, no menos exitosas. De hecho, para José Urbano, El Padrino II, “es mi favorita, porque me parece superior a la primera en términos narrativos”. Cabe recordar que la segunda parte de El Padrino, junto a la tercera de El Señor de los Anillos, son las únicas secuelas en ganar un Óscar a Mejor Película.

Respecto a El Padrino III, es la más criticada de todas, desde lo técnico, narrativo y hasta por la deficiente actuación de Sofia Coppola, hija del director, y aunque muchos lo consideraron una imposición, pocos recuerdan que la bebé que bautizan en la sangrienta secuencia final de El Padrino, no es otra que la misma Sofia, nacida en 1971 cuando se filmaba la película.

Frank Sinatra detestó el personaje de Johnny Fontane, el cantante apadrinado por Corleone, pensaba que era una burla directa a su carrera, y una vez insultó al mismo Mario Puzo.

Elenco de lujo

El Padrino fue una de las más grandes apuestas de los estudios de Hollywood en su búsqueda por construir una historia épica, trascendiendo los estereotipos. Ante la necesidad de crear un proyecto cinematográfico que generara este resultado en el público y con un componente de nacionalidad relevante para la historia, como lo fue la semblanza de los inmigrantes italianos en Estados Unidos a principios del siglo XX, fue fundamental contar con un elenco de lujo que respondiera a estas características.

Uno de los actores más recordados fue Marlon Brando, quien durante esos años era la representación del hombre que inspira respeto, y podía estar al frente de una historia familiar y sangrienta al mismo tiempo. “Él era un actor consagrado y la gran estrella que llega a la película, era una de las obsesiones que tenían Puzo y Coppola: que este actor debía ser el protagonista”, analiza Juan Carlos Romero, cineasta y crítico.

Brando fue un actor camaleónico que logró ganarse el corazón tanto del público como de los críticos, aunque su carrera ya estaba en declive para los años 70, por su papel de Vito Corleone no solo fue galardonado en los Premios Óscar de 1973, esto le dio un nuevo impulso a su carrera; solo en 1972 se estrenaron El Padrino y El último tango en París, de Bertolucci, ambas con Brando en el protagónico. Más tarde, en 1979, Brando volvería a participar en otra película de Coppola, esta vez por fuera de la saga: se trataba de Apocalipsis Now, otra joya cinematográfica.

Por su parte, Al Pacino como Michael Corleone muestra las diferentes etapas de un individuo cuya sed de venganza y ambición lo convierten en un monstruo, incluso para su esposa.

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El grito del actor John Marley en la escena de la cabeza de caballo, es genuino. Ensayaron con una de utilería, pero nadie le informó que en la grabación habría una cabeza real.


Por otra parte, otra de las interpretaciones estelares fue la del actor norteamericano Robert Duvall, en el papel de Tom Hagen, el ‘consiglieri’ de don Corleone, que logra ganarse la confianza de la esta familia italiana, “este actor me encanta por su extraño papel dentro de la película, una interpretación fantástica la de Duvall, pues como su nombre lo dice es un canciller, un hombre que no pierde la compostura”, manifiesta Romero.

Uno de los puntos mágicos de la película es que logra poner sobre la mesa los diferentes extremos que representan la cotidianidad en sí, pues lejos de la calma que representa Hagen se encuentra la efervescencia de Sonny Corleone, interpretado por James Caan.

Una interpretación inolvidable es la de John Cazale, quien le da vida a Fredo Corleone, un personaje que no cuenta con ninguna capacidad de mando en la familia, “para mí él es el mejor actor, su actuación es contenida, es el actor que más le aporta una interpretación realmente dramática al papel de hijo desplazado”, explica Romero.

Icono popular

La historia está llena de pícaros, ladrones, adúlteros, asesinos, psicópatas, entre otros personajes de ficción, cuya personalidad causa atracción y terror, desde Edipo, Hamlet, Lady Macbeth y Don Juan, pasando por Arsene Lupin, el doctor Hannibal Lecter y el Guasón. Pero, como sostiene el crítico José Urbano, la vigencia de El Padrino se debe a un aspecto que supera la temática mafiosa y se inscribe en orden de la cultura popular, aun de lo sociológico.

“Cuando yo la vi por primera vez pensé que era una película más de mafiosos, bandidos, pero con el tiempo me di cuenta que se trataba de un retrato familiar, y creo que por eso ha trascendido, superando todas las películas de gángsters. Aunque son criminales, yo emparento a los Corleone más con historias a la altura de El Rey Lear de Shakespeare, Los hermanos Karamázov de Dostoievski, o con la saga de los Buendía en Cien años de soledad, porque en ellas hay una ley paterna y poderosa que, de algún modo, se refleja en el personaje del Don o el capo, y en Latinoamérica se identifica con el caudillismo, los dictadores y los narcos”.

Sin embargo, el crítico aclara que “los mafiosos de El Padrino tienen un código de honor que no existe en la vida real, los narcos reales no comparten sino su ambición de dinero y poder, y su violencia desmedida. Por otro lado, la película también exhibió hace ya 50 años, cómo la política estaba permeada por la mafia”.

Sobre el impacto popular de El Padrino, Joaquín Barañao en su Historia Freak del Cine, cuenta que una vez, cuando la película “se exhibió por televisión, la autoridad sanitaria de Nueva York experimentó problemas de sobrecarga en el alcantarillado por la cantidad de retretes que evacuaron al mismo tiempo en las tandas de comerciales”.

También, como cuenta Juan Forn en una de sus contratapas de Página 12, la famosa (aterradora) aparición de la cabeza de caballo desencadenó una campaña de la Sociedad Protectora de Animales para eliminar la escena, que alcanzó los estrados judiciales, y finalmente se le permitió a Paramount incluirla. Pero lo que no se usó nunca en la película fueron las palabras Mafia y Cosa Nostra, algo que se acordó con la Liga Italoamericana de Derechos Civiles, presidida por el capo Joe Colombo, jefe de la familia Profaci de Nueva York. Al acordar que no se degradaría la imagen de los italoamericanos, la productora recibió apoyo de Colombo, quien incluso recomendó locaciones y mandó extras auténticos de la mafia, entre ellos a Lenny Montana, que interpretó al asesino Luca Brasi y muere ahorcado en la película, “estaba tan nervioso de trabajar frente a Brando que erró sus líneas. A Coppola le gustó el tinte de genuina inseguridad y lo dejó tal cual”.