Ha sido tan maltratada la historia de Colombia, que apenas una pequeñísima minoría de colombianos conocemos algo del personaje que en la Independencia llevó el apellido Cabal hasta alturas equiparables a las de Cayzedo, Nariño o Santander. ¡De ese tamaño!

El general José María Cabal Barona nació el 25 de mayo de 1769 en la hacienda Santa Bárbara del Hatico, jurisdicción de la Parroquia de Llanogrande, actual Palmira, perteneciente al Cantón de Buga. Fue bautizado en la cercana hacienda de El Alisal de Amaime, donde existía capilla doctrinera. Esas dos haciendas junto con las de La Concepción de Amaime y Llanogrande (esta última, pertenecía a la Compañía de Jesús), hicieron cuerpo del cuadrante donde se gestó gran parte del espíritu independentista granadino. Sus primigenios propietarios fueron conocidos como ‘Los hacendados de la otra Banda’.

La vida de José María transcurrió en el ambiente correspondiente al tercer siglo de la Colonia, en que desde Sandoná en el sur hasta Santa Marta en el norte, las unidades productivas (haciendas, estancias, fincas o parcelas) se encontraban dedicadas a la ganadería y la agricultura; allí en esos predios, (en sentido figurado), por cada cabeza de ganado había sembrada una mata de caña. Con el azúcar le daban sabor a las dietas heredadas de moriscos y romanos, de tal manera que la fundación de pueblos y asentamientos coloniales en casi toda Colombia, fueron siempre alrededor de un trapiche. Las capillas y las iglesias se levantaban después. Así pasó en todo el Virreinato. Los únicos pisos térmicos que escaparon a ello fueron los de las tierras muy frías y los páramos.

Como los centros de educación estaban en Santafé, Popayán, Tunja y Cartagena, José María Cabal inició sus estudios en Popayán y los terminó en Santafé, donde conoció a Antonio Nariño a quien ayudó en la impresión y publicación de “Los Derechos del Hombre” recién salidos del horno, acto que lo implicó en el proceso judicial contra aquel prócer que le valió ser juzgado y llevado junto con él encadenados a España. Nariño se fuga y Cabal queda pagando una pena de seis años.

Luego de cursar en otros cinco años estudios de Agricultura y Mineralogía en París, regresa a la Nueva Granada con el deseo de aplicar en su hacienda paterna en el Valle del Cauca los conocimientos adquiridos, pero el destino le señala otro camino: el fragor revolucionario de la Independencia. Allí hace parte activa de las Ciudades Confederadas del Valle del Cauca al lado de Joaquín de Cayzedo y Cuero, convirtiéndose de inmediato en su segundo de a bordo. Llegó hasta los 40 años de edad y el palmarés que alcanzó en tan corto tiempo de vida impresiona por lo dramático, abnegado y heroico, pero tristemente desconocido en la actualidad por la gran mayoría del pueblo colombiano.

Durante seis años, transcurridos desde su regreso al país, estuvo inmerso en el remolino de la Independencia donde escaló todos los peldaños de la vida militar de la época en las batallas de Popayán, Alto Palacé, Calibío, Juanambú, Cebollas, Tasines y El Palo. Luego de la batalla de La Cuchilla del Tambo, se entrega a las tropas realistas en el boquerón de Amaime aledaño a la hacienda Piedechinche, a cambio de la protección de su familia amenazada por el Régimen del Terror establecido durante la Reconquista española. Trasladado preso hasta Popayán vía Perodías (hoy Florida) y Caloto, fue fusilado el 19 de agosto de 1816. Su primo hermano Miguel Cabal Barona había sido abatido en el Bajo Palacé cinco años atrás. Su otro primo, Francisco, recibió también la descarga de fusilería al paredón en Santafé meses después. En otros espacios de esta seguidilla histórica veremos más del Gran general Cabal.