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Defensores de animales aseguran que tratar a una mascota como un bebé es un amor mal interpretado. El gato o el perro tienen derecho de ser animales. | Foto: Foto: El País

ANIMALES DOMÉSTICOS

Perros y gatos que se vuelven hijos: ¿amor o soledad?

Tratar a perros y gatos como si fueran hijos traduce la soledad de la sociedad actual. Los entrenadores caninos advierten que tras el supuesto amor incondicional hacia las mascotas se puede incurrir en maltrato animal.

23 de julio de 2019 Por: Santiago Cruz Hoyos | Editor de crónicas y reportajes

En Cali acaba de celebrarse un matrimonio entre dos perros. Quienes asistieron mencionan que hubo un notario “simbólico” y alguien que ofreció una charla. También había recordatorios, torta, bombas y por supuesto perros invitados. La ceremonia se llevó a cabo en un restaurante perruno.

En otro punto de la ciudad hay un perro pomerania con “niñera”, aunque tal vez ese no sea el nombre indicado para aquel ‘oficio’. La ‘niñera’ en todo caso se encarga de darle las tres comidas diarias, sacarlo a pasear, ponerle programas de televisión, bañarlo, pero sobre todo se asegura de no dejarlo solo.

Hace unos meses, de otro lado, una pareja de novios debió ir a un juzgado para dirimir un conflicto que estaba generando grandes odios: la custodia del perro. Él le había regalado a ella la mascota durante el noviazgo, y tras la ruptura él quería seguir viendo al perro.

En el norte hay un perro al que lo recoge el bus de la guardería y su cuidadora se asegura de que no le falte nada en la “lonchera”. La cuidadora alquila salones y le organiza fiestas de cumpleaños. A los perros – y a los gatos – les ponen gorros mientras posan para las fotos. En la fiesta hay helados, paletas, sorpresas para canes y algunos que llegan diciendo: “vengo a recoger a mi niña”. La niña es una perra.

En la era de los ‘perrhijos’ – tratar a un perro (o a un gato) como si fuera un hijo – los especialistas en conducta animal advierten que en ocasiones esas formas de humanización de las mascotas pueden derivar en un maltrato con consecuencias tanto para el perro o el gato, como para su cuidador.

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Son las 11:00 a.m. de un martes y Dowolf, un restaurante para perros ubicado en el barrio Ciudad Jardín, está a punto de abrir. Limpian las mesas, aplican desinfectantes, acomodan asientos.

Su propietaria es Jimena de la Cuesta, cabello rubio y ojos claros, quien cuenta que fue criada en una familia que ama los animales.

– Me crié con caballos, vacas, perros, gatos y tengo mis perritos: ella es ‘Antonia’, que tiene tres años y es adoptada, y ‘Martina’, que tiene 12.

La idea del restaurante surgió tras los problemas de salud que comenzó a padecer ‘Martina’. Sufría de la piel, de alergias, gastritis, vomitaba con frecuencia, lo que hizo que Jimena comenzara a investigar. Leyó estudios que afirmaban que ciertos concentrados para mascotas, a largo plazo, podrían causar cáncer.

Jimena decidió suspender el concentrado pero se hizo una pregunta: ¿qué les doy? Siguió investigando sobre las dietas diseñadas para el sistema digestivo del perro. Ella misma, en casa, las preparaba. El cambio de ‘Martina’, dice, fue radical.

– La piel se le mejoró, el estado de ánimo. Cuando los perros terminan de comer algo que disfrutan salen a revolcarse felices. Y eso era lo que pasaba con ‘Martina’. En ese momento dije: voy a abrir un negocio para ofrecer alimentación sana para mascotas.

Para estudiosos del fenómeno, humanizar a las mascotas es una consecuencia de la crisis del modelo familiar, en el que la comunicación es cada vez más escasa.


En Dowolf se reemplaza el concentrado por alimentos hechos por veterinarios. El restaurante tiene su propia planta de producción. También ofrece snacks para perros: brownies, galletería, paletas, tortas. Y celebran cumpleaños de mascotas. Fue un servicio que no estaba previsto.

Todo empezó por una señora que llegó al restaurante a comprar el alimento para su perro y dijo:

– Está cumpliendo años, le quiero dar algo especial. ¿Qué ofrecen?
Los que atendían se miraron como preguntándose ¿qué hacemos?, y se les ocurrió decorar el restaurante con bombas y serpentinas. En ese entonces en Dowolf no hacían tortas para perros, pero eran tantas las solicitudes de cumpleaños que empezaron a prepararlas. Las ventas se incrementaron. El restaurante ya cuenta con dos sedes.

Jimena dice que de algunas emisoras la han llamado para preguntarle en vivo si acaso en estos tiempos en los que tantos pasan necesidades, gastar dinero en el cumpleaños de un perro es necesario. Ella responde con otra pregunta: ¿todo lo que hacemos es necesario? ¿Todo lo que compramos? ¿Qué es necesario y qué no?


Enseguida le pregunto si celebrarle un cumpleaños a un perro no es una manera de humanizarlo.

– Humanizamos a los animales – y los afectamos con ello - cuando irrespetamos su naturaleza. Celebrar un cumpleaños puede ser visto como humanizar al perro, pero en el caso de Dowolf no sucede. No estamos afectando a nadie. Al contrario: el cumpleaños es un acto simbólico que tiene sentido para los cuidadores, no para los perros. El perro se está divirtiendo y haciendo algo muy importante para su bienestar: socializar con otros perros. No promovemos nada que atente contra los perros, que los incomode. Algunos no soportan el gorro y no se lo ponemos. El perro viene a jugar y a comer saludable y los cuidadores a conversar, tomar fotos, compartir en familia. También organizamos el cumpleaños de los niños. Es algo muy sano. Sería diferente si estuviéramos forzando al perro a hacer algo que no quiere, algo que lo estrese o lo ponga nervioso. Si eso llegara a suceder no celebramos el cumpleaños – dice Jimena.

En una entrevista con la revista Semana, la veterinaria Myriam Acero comentó que no se podría afirmar que de por sí la humanización de una mascota es un error. Ese concepto podría llevar a algunos al otro extremo: dejar un perro todo el día en el garaje porque entrarlo a la casa sería humanizarlo. No se trata de eso.

“El problema de la humanización está en las prácticas que afecten tanto el bienestar animal como el humano”, explicó la veterinaria. Y agregó: “También hay que entender que el apego excesivo le puede causar malestar al animal por gran dependencia de los humanos y a los humanos malestar ante la ausencia del animal”.

El veterinario Óscar Fabián Guevara, Master en Etología Clínica de la Universidad Autónoma de Barcelona, dice por su parte que celebrarle un cumpleaños a una mascota es una decisión de cada cuidador, pero se debe tener en cuenta un asunto: la habituación.

Si la mascota está habituada a ese tipo de ceremonias, y no la afectan, no le generan estrés o miedo, hacerlo o no queda en el terreno de las creencias y tradiciones de las familias. Pero si la mascota sufre una angustia innecesaria por enfrentarla a actividades para las que no está preparada, todo podría terminar en maltrato.

Unos meses antes de fallecer, el veterinario mexicano Moisés Heiblum dijo: “Los animales de compañía no son humanos, no hay que tratarlos como tal pero sí con amor y reglas que permitan interacciones sociales en donde el perro se integre a la familia y forme parte de ella. Ellos no entienden ni les gusta usar un vestido, ni tener una fiesta, ni cosas así, eso no tiene nada que ver con quererlo, simplemente hay que dejarlos ser perro”.

El matrimonio de perros celebrado en la ciudad, por cierto, fue idea de una niña de diez años. Al final de la ceremonia se firmaron papeles, como en todo matrimonio.

– Eso me hizo pensar. Así como no le pondría ropa a mis perros, tampoco les haría un matrimonio. Pero, ¿qué maldad va a tener una niña de 10 años que juegue a casar a sus perros? Para la niña fue un juego. Ella vino a compartir con sus amigos mientras los perros estaban corriendo y comiendo torta. ¿Qué de malo se estaba haciendo? Creo que afectamos con la humanización de las mascotas cuando hacemos cosas que van contra su naturaleza y las perjudica. Ese es el límite que se debe tener muy presente – dice Jimena, quien se encargó de decorar el matrimonio perruno.

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¿Cuando humanizamos a las mascotas al punto de afectarlas? Los expertos en conducta animal coinciden en que se trata de esos actos que atentan contra su naturaleza. Un perro o un gato no necesitan ir vestidos con una camiseta de la Selección Colombia que los proteja. Para eso está su pelo.

Tampoco necesitan zapatos. El entrenador de perros Henry Heshusius, propietario de Perros de Casa, un centro de socialización, recreación y rehabilitación de conducta canina ubicado en Bogotá, explica que los perros sudan por las almohadillas de las patas, realizan proceso térmicos. Además son su polo a tierra. Al ponerles zapatos, los perros asumen que están pisando en falso, luego no apoyan con firmeza.

Liliana Ossa, de Paz Animal, fundación para la defensa de los animales, considera que ponerle un moño o un corbatín a un perro o a un gato es similar a que a un hombre le pusieran tacones, o que a un indígena lo despojaran de su taparrabos por una falda.

– Te afecta la psique. Los animales no humanos tienen psique.

Hace unos meses, Liliana lideró una campaña para evitar que a las cabras que ordeñan en la Vía al Mar las disfrazaran para atraer a los clientes ansiosos por un vaso de leche. Sobre su cabeza les ponían moños y sobre el lomo prendas naranjas y amarillas.

– Nos preocupa porque por esta carretera pasan miles de personas y además del bienestar de los animales se está enviando un mensaje errado. Los animales no son objetos de diversión – dijo en una entrevista.
Un funcionario de la Alcaldía la llamó a decirle que las cabras con moños eran “atractivo turístico” y antes de colgarle el teléfono, Liliana le dijo: “Entonces póngase un moño en la cabeza y váyase para allá”.

Mientras camina por el Parque del Perro, donde todos los días alimenta a sus “gordas”, las palomas, y antes de ir al aeropuerto para alimentar a los gatos abandonados, Liliana se explica:

– Tenemos que respetar a las demás especies. Cada una está donde la naturaleza la puso. Ponerles moños a las mascotas, fuera de que es atrevido, muchas veces se los ponen con silicona que les pela la piel. Otras veces les pintan las uñas. Es una burla para el cuerpo, algo que no va en la corporeidad del perro o del gato. Que les pongan jeans estresa y daña su condición emocional. Los animales no humanos son sujetos de derechos.

El entrenador de perros Henry Heshusius dice: “El perro debe nacer perro y morir perro”.

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Algunos de los perros y gatos que mueren en Cali son sepultados o cremados en el parque memorial Tierra de Mascotas, en Potrerito, Jamundí. Al mes, en promedio, en el parque hacen 150 servicios entre cremaciones y entierros, y los costos oscilan entre $200 y $800 mil. Todo depende del peso de la mascota y lo que pretenda la familia. Han llegado perros de 60 kilos para ser cremados.

La directora es Yuly Enríquez Mosquera. Los sábados, Yuly acostumbraba a ir a caminar con su perro ‘Mateo’ en los cementerios sin sospechar que terminaría abriendo un lugar similar.

– Prefería caminar en los cementerios que en los parques. Me gustaba esa paz, ese silencio, la parte bonita, no el dolor. Hasta que la vida me llevó a fundar un parque memorial para mascotas. Es algo que solo puede hacer quien ame a los animales y entienda el dolor de su pérdida por la muerte.

La idea le surgió después de conocer un parque memorial en el exterior. Preguntó si en Cali se podía hacer y hace 6 años abrió la empresa. El objetivo es solucionar un problema de salud pública: que las mascotas que fallecen no terminen en el carro de la basura, en un caño o en un lote. Que se les dé un adiós digno.

A las familias se les ofrece una sala de despedida – no de velación, no se usan velas - y allí cada quien decide qué ritual hacer, de acuerdo con sus creencias. Hace unos días unos niños cantaron la canción que le habían escrito a su mascota. Otros le rezan. En una ocasión una familia contrató un bus donde viajaron 27 personas y 4 pastores alemanes para darle el último adiós a un perro. Una señora a la que se le murieron sus tres perros en apenas un año decidió viajar con las cenizas de los tres “para que conocieran el mar”.

El trabajo de Yuly le ha permitido analizar las relaciones tan íntimas que tejemos con los perros o los gatos, al punto que los humanizamos.
– Hay parejas que se separan después de que muere el perro o el gato porque todo giraba alrededor de la mascota. Sucede con frecuencia. Y creo que ciertas formas de humanización de los animales tienen que ver con los cambios en la familia. Cada vez somos más solos, preferimos chatear que conversar, estamos más aislados, hay parejas que no tienen hijos pero sí deciden tener una mascota, o parejas del mismo sexo que tienen una mascota como un hijo.

En un artículo publicado en El Clarín, el profesor de ética Ramón Alcoberro dijo que en estos tiempos en los que “las familias tienden a ser más centrífugas, cada miembro vive con más independencia y la comunicación es más escasa”, las mascotas cumplen varias funciones.

“Cumplen una función afectiva en personas que han sufrido frustraciones; otra es la función responsabilizadora a la hora de consensuar decisiones en la familia; y una última función es la educadora para moldear las conductas de los niños. Sin embargo humanizar en exceso a las mascotas es un tipo de amor malentendido, el animal tiene derecho a ser un animal, debe tener su propia vida de gato o de perro”.

El entrenador de perros Henry Heshusius ha concluido que uno de los problemas más comunes de los malos comportamientos de las mascotas – destruyen la casa cuando se quedan solas, gruñen cuando los bajan del sofá, pretenden comer en el comedor – se deben al exceso de humanización.

– Al perro y al gato hay que educarlos con amor pero poniendo límites. Poner límites no significa que no queramos a las mascotas. Y por otra parte, si tratas al gato o al perro como humano, el gato o el perro te va a tratar como animal.

Las ‘cinco libertades’ de los animales

El médico veterinario Óscar Fabián Guevara, Master en Etología Clínica de la Universidad Autónoma de Barcelona, y uno de los integrantes de Psicología Veterinaria, una empresa especializada en solucionar problemas de comportamiento animal, explica que una buena manera de confirmar que estamos teniendo una relación sana y de respeto con las mascotas es atendiendo las “cinco libertades de los animales”.

Se trata de un documento que establece algo así como la declaración de derechos de los animales, y que al cumplirse, se garantiza su bienestar. El documento fue elaborado por el Consejo para el Bienestar de los Animales de Granja del Reino Unido, pero se aplica a todas las especies, especialmente con las que convivimos a diario: perros y gatos.

  1. Libres de sed, hambre y desnutrición. Los animales deben tener acceso a agua y alimentos adecuados para mantener su salud y vigor. 
  2. Estar libre de inconformidades físicas o térmicas. El ambiente en el que viven debe ser adecuado para cada especie con condiciones de resguardo y descansos adecuados.
  3. Estar libre de dolor, lesiones o enfermedades. Los responsables de la crianza de los animales deben garantizar la prevención, rápido diagnóstico y su trato adecuado.
  4. Ser libre para expresar las pautas propias de comportamiento. Los animales deben tener la libertad de comportarse naturalmente, lo que requiere espacio suficiente, instalaciones adecuadas y la compañía de animales de su propia especie.
  5. Estar libre de miedos y angustias. No es solamente el sufrimiento que debe ser evitado. Los animales tampoco deben ser sometidos a condiciones que los lleven a experimentar sufrimiento mental, para evitar estrés o miedo.

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