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Un debate fundamental

La semana pasada, los jefes y propietarios de las cuatro empresas de tecnología más grandes del planeta fueron convocados por el Congreso de los Estados Unidos para rendir cuentas. Fue un interrogatorio en el cual se pudo presenciar el contraste entre la libre empresa, esencia del capitalismo, y el monopolio que arrasa la competencia, su gran enemigo.

2 de agosto de 2020 Por: Editorial .

La semana pasada, los jefes y propietarios de las cuatro empresas de tecnología más grandes del planeta fueron convocados por el Congreso de los Estados Unidos para rendir cuentas. Fue un interrogatorio en el cual se pudo presenciar el contraste entre la libre empresa, esencia del capitalismo, y el monopolio que arrasa la competencia, su gran enemigo.

Los líderes de Facebook, Amazon, Google y Apple fueron convocados por la Cámara de Representantes estadounidense a una audiencia en la cual explicaran sobre las acusaciones graves y frecuentes acerca de supuestas prácticas monopólicas, todas ellas basadas en el control a los medios electrónicos y sus distintos usos. Allí fueron interpelados con agudas preguntas, unas sobre la forma en que anulan la competencia mediante la compra de plataformas que podrían ser su competencia, otras sobre la manera de utilizar los datos de sus usuarios para sus propios fines utilizando su capacidad para manejar los precios. También, sobre la forma en que usan su gran poder para manejar la información e incluso para bloquear la opinión y los datos que consideran
inconveniente.

Las cinco horas de debate fueron la oportunidad para ver de cerca las contradicciones que tiene el sistema capitalista basado en la libertad. Por ejemplo, cómo puede ser posible que ese principio fundamental de la democracia sea ahora ejercido a través de las plataformas virtuales, creando un mundo donde ya es difícil diferenciar entre la verdad y la mentira en las redes sociales. O cómo ese mundo virtual, donde hay que entregar los datos personales para ser ciudadano, se presta para que cada usuario sea objetivo de campañas políticas, de bombardeos comerciales o de maniobras de desinformación, aprovechando el afán de lucro de quienes las dirigen.

Por supuesto, la defensa de los líderes de esas empresas se dirigió a destacar el servicio que le prestan al mundo moderno al ofrecer la conexión universal y el acceso al conocimiento inmediato. Y no faltó el que alguno de los citados apelara al nacionalismo y la defensa de los intereses de Occidente contra el crecimiento y la embestida de las tecnologías promovidas por China o Rusia.

La citación le dio forma a la preocupación creciente sobre el poder y la riqueza que acumulan esas empresas, medido en sus enormes utilidades en la época más difícil del mundo moderno, la pandemia del Covid-19. Y destapó de nuevo la alerta sobre hasta dónde es conveniente la utilización de prácticas que anulan la oportunidad que debe ofrecerse a las personas para escoger entre varias opciones, así como da paso a la manipulación de sus datos.

Esa es la base ética sobre la que reposa en capitalismo. El asunto no es ponerle límites a la riqueza, sino la necesidad de respetar la libertad de elegir y la de crear empresa y participar en condiciones de igualdad en el mercado. Así nacieron Google, Facebook, Amazon y Apple, y la pregunta es si se puede permitir que su inmenso poder termine por anular esos valores e imponer monopolios que destruyen la esencia de lo que les dio vida.

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