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Tiempo para la diplomacia

El Ábrete Sésamo fue la certificación de la Agencia Internacional de Energía Atómica, Aiea, según la cual, Irán cumplió su compromiso de suspender cualquier intento por llegar a construir armas atómicas. A partir de ese certificado empiezan a devolvérsele billonarios recursos congelados en los grandes mercados mundiales.

19 de enero de 2016 Por:

El Ábrete Sésamo fue la certificación de la Agencia Internacional de Energía Atómica, Aiea, según la cual, Irán cumplió su compromiso de suspender cualquier intento por llegar a construir armas atómicas. A partir de ese certificado empiezan a devolvérsele billonarios recursos congelados en los grandes mercados mundiales.

Luego de décadas de aislamiento, Irán empieza a reaparecer de manera oficial en el panorama internacional. Y mientras varios de sus vecinos se declaran en alerta, el optimismo es la nota predominante en las potencias occidentales que integraron el llamado G5+1. Grupo que hizo posible el acuerdo de Ginebra. La situación es producto de la diplomacia. Después de comprometerse a reducir su programa nuclear y, en especial, a no continuar con la posible construcción de armas atómicas, el gobierno de los ayatollahs logró levantar parte del bloqueo que había sumido a su país en la peor situación de la historia reciente. Por un lado, el cerco a sus exportaciones de petróleo y gas, sus grandes generadores de riqueza, lo cual llevó a producir recesión, escasez e inflación. Del otro, su condición de parias en el concierto internacional, de amenaza para la paz y de exportar el terrorismo para recuperar el espacio en la región más caliente del Planeta. El Ábrete Sésamo fue la certificación de la Agencia Internacional de Energía Atómica, Aiea, según la cual, Irán cumplió su compromiso de suspender cualquier intento por llegar a construir armas atómicas. A partir de ese certificado empiezan a devolvérsele billonarios recursos congelados en los grandes mercados mundiales. Y, lo más importante, su petróleo volverá a fluir en los mercados oficiales, lo cual le restablece la circulación a su hasta ahora acorralada economía.En gran resumen, ese es el resultado de la diplomacia de varios años, liderada por los Estados Unidos, Alemania, Francia, el Reino Unido, China y Rusia. Es un acuerdo que parte de la buena fe y como pocas veces en estas épocas, deja de lado la amenaza bélica. Pero a su vez, es una negociación que aumenta las alarmas en Oriente Medio, en especial en Israel y Arabia Saudita, que tienen poderosas razones para la inconformidad. En efecto, mientras el derecho a existir de Israel sigue siendo desconocido por el régimen iraní, Arabia Saudí, de origen Suní, reacciona cada vez más duro contra los intentos de Irán por apoderarse de Oriente Medio con su mezcla de terrorismo, política y religión. De hecho, y mientras Arabia actúa contra líderes shiitas en su país, ya se escucharon de nuevo las advertencias del primer ministro Benjamín Netanyahu, quien reafirma la disposición de su país a impedir que el gobierno persa, no árabe, tenga cualquier arma nuclear. La jugada es pues arriesgada. Y mientras Estados Unidos celebra el intercambio de prisioneros logrado como demostración de buena voluntad, nada le evitará la obligación de responder y proteger a sus dos más viejos y firmes aliados en Oriente Medio, la clave de la energía en el mundo actual. Sin embargo, occidente se inclina por creer y confiar en el presidente Hassan Rohani, quien encabeza la línea moderada que hizo posible el acuerdo de Viena. Y mientras los mercados petroleros asimilan un nuevo y fuerte golpe al precio del combustible, el mundo hace votos porque los ayatollahs cumplan su palabra empeñada, con lo cual se cerrará la posibilidad de una guerra con incalculables consecuencias.

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