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Tensión en el golfo Pérsico

Es de esperar que el clima que hoy se respira no sea el preludio de un nuevo conflicto en una región en la que basta encender un fósforo para que se desate una gran hoguera.

19 de mayo de 2019 Por: Editorial .

Un clima de tensión se está viviendo en el golfo Pérsico por cuenta de una serie de hechos que tienen a Irán como epicentro. Después de que Donald Trump retirara a Estados Unidos del pacto firmado hace un año y decidiera revivir el cerco al régimen de los ayatolas, las posibilidades de una confrontación aumentan.

El gobierno de Estados Unidos ha pasado también a una táctica de presión militar. El periódico The New York Times reveló un plan para enviar 120.000 soldados al golfo Pérsico en caso de que la tensión continúe subiendo. A esto se suma el traslado a la región del portaviones nuclear Abraham Lincoln, una batería de misiles Patriot y cuatro bombarderos B-52.

Esta semana hubo un nuevo giro después de que Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos denunciaron un sabotaje de cuatro buques petroleros que estaban estacionados frente a la costa emiratí, en el golfo de Omán. Los saudíes acusaron directamente a Irán de estar detrás de un nuevo atentado contra sus instalaciones petroleras realizado por rebeldes Huthi de Yemen. “El Reino de Arabia Saudí no quiere guerra en la región (…) pero al mismo tiempo, si el otro bando escoge la guerra, el reino lo combatirá con toda la fuerza y determinación”, advirtió el Ministro de Relaciones Exteriores.

Estas acciones han intensificado el temor de que se desate un conflicto armado, aún más después de que Estados Unidos ordenara retirar todo el personal no imprescindible de sus delegaciones diplomáticas en Iraq. Todas las señales conducen hacia la apertura de un nuevo escenario en la larga confrontación entre Irán y Arabia Saudí por la hegemonía regional.
Estados Unidos, con el asesor John Bolton a la cabeza de esta estrategia, está empeñado en reducir la incidencia de los ayatolas, quienes mantienen su apoyo a los grupos terroristas de la región. Además, la capacidad de Irán para desarrollar armas nucleares desvela al gobierno de Trump y a Israel, que vuelve a afirmar que hará lo que sea necesario para impedirlo.

Sin embargo, a pesar de los temores que suscitan estos movimientos militares no se puede descartar que la dureza mostrada por Trump tenga unos objetivos políticos. Desatar un conflicto en el golfo Pérsico no parece ahora muy estratégico, sobre todo si se recuerda que una de las promesas con que ganó las elecciones fue la de “sacar a Estados Unidos de las guerras estúpidas” de Oriente Medio.

Mostrarse inflexible con el régimen teocrático sirve para afianzar la base electoral evangélica muy cercana a Israel, blanco permanente de las amenazas iraníes. Pero el hecho de que los mercados no hayan sufrido mayores alteraciones o que un sector como el petrolero, tan susceptibles a estos anuncios no haya experimentado sobresaltos, es buena señal.

Como con Corea del Norte Trump ha planteado un diálogo directo con el régimen iraní, pero en Teherán consideran que solo es una estrategia electoral para ganar réditos a costa de ellos. Es de esperar que el clima que hoy se respira no sea el preludio de un nuevo conflicto en una región en la que basta encender un fósforo para que se desate una gran hoguera.

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