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Setenta años de la Otan

Precedida de las críticas sobre el funcionamiento y el futuro de la entidad, la cumbre de la Organización del Tratado del Atlántico Norte, Otan, terminó con una declaración conjunta que reafirma el compromiso de mantenerse como la opción para defender a Europa de las amenazas bélicas que siempre han afectado la tranquilidad del Viejo Continente y de gran parte de Occidente.

4 de diciembre de 2019 Por: Editorial .

Precedida de las críticas sobre el funcionamiento y el futuro de la entidad, la cumbre de la Organización del Tratado del Atlántico Norte, Otan, terminó con una declaración conjunta que reafirma el compromiso de mantenerse como la opción para defender a Europa de las amenazas bélicas que siempre han afectado la tranquilidad del Viejo Continente y de gran parte de Occidente. Era la respuesta esperada sobre algo que hoy no pareciera tener las mismas justificaciones que le dieron origen hace setenta años.

La Otan nació como respuesta a la amenaza que en su momento significaba la Unión Soviética. Con ella se afirmó la alianza de Europa Democrática con los Estados Unidos para responder al avasallador avance del comunismo dirigido por el dictador José Stalin que se apoderó de Europa Oriental, adquirió el poder nuclear y no ocultó su pretensión de expandirse. Con ella se evitarían también las vacilaciones que demoraron por dos años el ingreso del país norteamericano en la Segunda Guerra Mundial para derrotar el nazismo que tenía entonces ambiciones similares a las de Stalin.

Setenta años después, la Otan busca una renovación que la fortalezca a futuro. Ante la desaparición del fantasma imperialista del vecino soviético después de la caída del muro de Berlín y el desplome del comunismo en 1989, se pensó que había llegado el momento de acabarla. Pero perseveró el propósito de mantener la unión para tener cómo responder a los desafíos que regresaron con el fortalecimiento de Rusia y las intenciones de Vladimir Putin de crecer de nuevo el imperio.

Pero subsisten en su interior grietas y debates profundos sobre el papel que debe desempeñar, al punto que el Presidente de Francia la calificó como “descerebrada”, dando a entender que ha perdido su rumbo. Y Donald Trump, con su caótico estilo para las relaciones exteriores, amenazó hace dos años con retirar a los Estados Unidos argumentando que los socios no pagan sus obligaciones financieras con la Otan, para luego, hace apenas una semana, defenderla de las críticas del francés Emmanuel Macron y darle su respaldo total en la cumbre que culminó ayer.

Lo cierto es que la Otan debe permanecer como instrumento de persuasión frente a las amenazas de una Rusia empoderada, del crecimiento exponencial del poderío militar de China y del terrorismo que tiene a Europa como objetivo principal. Por ello es que debe superar la atmósfera cargada de controversia sobre su destino y las incertidumbres que causan hechos como las declaraciones del Presidente de Turquía, el último de los países en sumarse a ella, quien ahora es aliado de Rusia y amenaza con vetar las medidas que buscan fortalecer la defensa de los países balcánicos frente al gigante ruso.

Terminada la cumbre en Londres, la Otan debe demostrar la necesidad de su permanencia como instrumento vital para mantener el equilibrio militar, estratégico y geopolítico en un mundo en el cual las tecnologías y los cambios hacen obligatorio tener a mano cómo defender las democracias occidentales de los embates del totalitarismo. Como hace setenta años.

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