¿Será posible la guerra?

Todo indica que en los últimos treinta años no ha sido posible recuperar la confianza y construir la cooperación entre Rusia y Occidente, estableciendo relaciones que respeten las diferencias y creen mecanismos que eviten las conflagraciones.

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30 de ene de 2022, 11:55 p. m.

Actualizado el 17 de may de 2023, 11:34 a. m.

Los nervios siguen tensionados en el mundo, las amenazas se mueven al vaivén de los diálogos y de los anuncios o de los movimientos de tropas en las vecindades. Así, la posibilidad de una guerra en Ucrania donde estarán involucradas las potencias occidentales de un lado y la Rusia de Vladimir Putin por el otro presiona lo que debería ser un ambiente tranquilo, alejado de una conflagración que podría tener consecuencias catastróficas para todo el mundo.

Los antecedentes son más que conocidos: caída la unión Soviética y llegado Putin al poder, su interés está en recuperar el imperio ruso, lo cual empieza por declarar a Ucrania como parte integral de su país. Y mientras los ucranianos luchan por apartarse de esa amenaza cuya máxima expresión fue el raponazo rampante de la península de Crimea, el presidente ruso alimenta ahora la guerra civil en la región de Donbass, aprovechando los reclamos independentistas de los millones de rusos que la habitan.

Es su manera de recoger a Ucrania, la que se completa con su respaldo a un candidato proruso para las próximas elecciones. Entre tanto, la Unión Europea y la Otan han hecho todo lo factible por integrar a ese país en su seno, lo cual ha sido posible por la elección de mandatarios prooccidentales, el envío de ayuda e inversión a la conflictiva región, desencadenando la reacción de quien alega que tales acciones constituyen un desafío y un riesgo para Rusia, lo que reclama respuestas como la de intensificar la guerra civil y ahora instalar cien mil soldados rusos en su frontera, dotados del poder bélico que sea necesario.

El resultado es lo más parecido a la tensión que se vivió en las épocas que siguieron a la Segunda Guerra Mundial, cuando la Unión Soviética y el comunismo mantuvieron durante cuarenta años la que se conoció como la ‘guerra fría’ con Occidente y las economías capitalistas. Es decir, la posibilidad de una conflagración militar por las desconfianzas, los recelos y las ambiciones de Putin por recuperar el círculo de influencia de Rusia sobre territorios y naciones que se retiraron cuando fracasó el comunismo y alguien declaró el fin de la historia.

Todo indica entonces que en los últimos treinta años no ha sido posible recuperar la confianza y construir la cooperación entre Rusia y Occidente, estableciendo relaciones que respeten las diferencias y creen mecanismos que eviten las conflagraciones. Ahora, lo que le queda a Putin es mostrar los dientes de nuevo para tratar de doblegar a la UE y a los Estados Unidos, usando a Ucrania como excusa.

Quienes conocen las intimidades de lo que está sucediendo se atreven a decir que lo que existe es un pulso en el cual Putin busca ganar terreno a partir de declarar que Ucrania es parte de su país, y que no habrá guerra, más aún por las consecuencias que tendrá para todos los involucrados una conflagración de características insospechadas. Pero los nervios siguen afectando los mercados mundiales y los ucranianos, a quienes no parecen tener en cuenta, continúan exigiendo el respeto a su independencia y a su derecho a decidir de manera autónoma su futuro.

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