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Seis meses de Petro

Gran preocupación acerca del talante democrático del Gobierno han generado algunas de sus actuaciones e iniciativas. Entre ellas, la reforma a la salud, que parece empeñado en sacar en contra de la voluntad de los colombianos

4 de febrero de 2023 Por: Vicky Perea García

Este martes se cumplen los primeros seis meses del gobierno de Gustavo Petro que el mandatario denominó el “Gobierno del Cambio”. Entre lo que ha cambiado en este tiempo hay que mencionar la apuesta por la llamada Paz Total, el giro en las relaciones con Venezuela y la llegada al Ejecutivo de algunos representantes de sectores históricamente marginados del poder.

Sobre la Paz Total, ha habido más anuncios y expectativas que avances reales. El mayor logro con el Ejército de Liberación Nacional, Eln, es haber reinstalado la mesa de los diálogos, interrumpidos en el 2019 por el entonces presidente Iván Duque, tras el sangriento ataque de esa guerrilla a la Escuela de Policía General Santander. Poco más se ha avanzado.

En cuanto a los acercamientos con otras organizaciones criminales, lo que en un principio se presentó como una negociación hubo de ser cambiado por una figura de sometimiento, ante el rechazo nacional e internacional a la posibilidad de dialogar con grupos que no tienen una base política. En este frente también se han registrado pocos logros.

Un viraje claro fue el dado frente a Nicolás Maduro. De las nulas relaciones con la administración Duque, que consideraba al gobierno venezolano una dictadura, con la llegada de Petro al poder Venezuela pasó a convertirse en un aliado estratégico del Gobierno colombiano. El acercamiento fue mucho más allá de la reapertura de fronteras.

Lo que no ha cambiado en este gobierno es la relación que en los últimos años han mantenido el Ejecutivo y el Legislativo. Petro puso en la Presidencia del Congreso a un curtido en la política, Roy Barreras, que se ha encargado de sostener la maquinaria parlamentaria para que le aprueben al Gobierno sus iniciativas.

Pero más que un cambio en el rumbo del país, en estos seis meses se ha visto confusión e improvisación. La pretensión de frenar la exploración de petróleo ha generado alarma, incluso en altos funcionarios del Estado. Y no es para menos. Marchitar la fuente del 40% de los ingresos
del fisco, sin tener claro con qué se va a reemplazar, es un salto al vacío.

Gran preocupación acerca del talante democrático del Gobierno han generado algunas de sus actuaciones e iniciativas. Entre ellas, la reforma a la salud, que parece empeñado en sacar en contra de la voluntad de los colombianos, que, como lo reflejó la reciente encuesta de Invamer, en su mayoría están satisfechos con el servicio que reciben. Tampoco habla bien del espíritu democrático del Presidente su insistencia en vulnerar la independencia de la Justicia, con su propósito de dejar en libertad a los líderes de la Primera Línea, encausados por jueces de la República.

Nadie desconoce la legitimidad de la victoria electoral de Gustavo Petro y el derecho que le asiste de realizar los cambios que considere para corregir la inequidad que, sin duda, reina en Colombia. Pero ese noble propósito no puede usarse como justificación para arrasar con la institucionalidad y con el Estado de Derecho que tanto les ha costado construir a varias generaciones de colombianos.

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