Relaciones con Venezuela

Por ello debe decirse que la apertura paulatina que se está produciendo es una manera de aliviar la situación a los habitantes de la zona fronteriza, de tratar de regularizar la migración y de reducir las tensiones causadas por las posiciones extremas

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6 de oct de 2021, 11:55 p. m.

Actualizado el 18 de may de 2023, 07:23 a. m.

En un inesperado giro, los gobiernos de Colombia y Venezuela anunciaron decisiones que si bien son independientes parecen dirigidas hacia un mismo fin. Se trata, al parecer, de iniciar la recuperación de unas relaciones necesarias para las dos naciones lo cual está por encima de las enormes diferencias entre sus gobernantes y los sistemas que aplican.

A través de la historia y hasta no hace más de diez años, la frontera entre los dos países era un vínculo que unía a dos pueblos que por muchas razones históricas, geográficas o culturales pueden llamarse hermanos.
Ahora, y en virtud de las diferencias causadas por la llegada del socialismo Siglo XXI tanto como por la institución de una dictadura en el vecino país, la frontera se convirtió en línea que separa, mientras las relaciones diplomáticas y formales se rompieron y el lenguaje entre los gobiernos ha sido de confrontación permanente.

Pero las reales han seguido por el cauce de la informalidad: millones de venezolanos han usado los pasos fronterizos ilegales para huir de la dictadura, la destrucción de su economía y para tener la esperanza en un futuro. Y Colombia ha sido refugio para dos millones de ellos o se ha convertido en lugar de paso para los otros tres millones que han viajado al resto de Suramérica. Además, los intereses de ciudadanos y empresas colombianas están hoy desprotegidos ante las arbitrariedades del régimen representado por Nicolás Maduro.

Sin duda, el gobierno colombiano ha tenido razones abundantes para suspender sus relaciones con su similar venezolano. Basta echar una mirada a la amenaza que significa la acogida que al otro lado de la frontera han tenido los grupos de narcotráfico, violencia y terrorismo que atacan en nuestro país y huyen a Venezuela en busca de impunidad, para entender el porqué de la enérgica posición de rechazo al régimen que impera en el país vecino.

Sin embargo, debe pensarse también en la necesidad de tener un mínimo de consideraciones para tratar de resolver de manera rápida la informalidad que reina en la frontera y tanto la explotación como el beneficio que de ello están percibiendo los grupos ilegales y quienes utilizan esa ruptura para su propio beneficio.

Por ello debe decirse que la apertura paulatina que se está produciendo es una manera de aliviar la situación a los habitantes de la zona fronteriza, de tratar de regularizar la migración y de reducir las tensiones causadas por las posiciones extremas. Y además de ofrecer servicios consulares, al permitir la recuperación del comercio se está brindando la oportunidad de enviar productos colombianos de manera legal para satisfacer las necesidades y demandas de los venezolanos que residen en los estados limítrofes con Colombia.

Por supuesto, ello no significa legitimar la dictadura en Venezuela ni renunciar a la denuncia de la relación que existe entre sus gobernantes y los propiciadores de la violencia en nuestro país. Es la necesidad de responder a las necesidades de dos naciones que son inseparables y en algún momento deben regresar al trabajo unido para beneficio de sus ciudadanos.

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