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La capital del Valle cuenta con la infraestructura y logística necesarias para atender un evento de tal magnitud y con gente cálida y amable que sabe bien cómo atender a quienes la visitan.
La capital del Valle cuenta con la infraestructura y logística necesarias para atender un evento de tal magnitud y con gente cálida y amable que sabe bien cómo atender a quienes la visitan. | Foto: El País

Editorial

Presidente, es Cali

Cali hoy representa a esa inmensa región; a sus 8,5 millones de habitantes repartidos entre Nariño, Cauca, Valle y Chocó; a su población afro, a sus indígenas, a sus riquezas y también a sus necesidades, que no son pocas y han sido desatendidas por décadas...

20 de febrero de 2024 Por: Editorial

En ocho meses, el 21 de octubre próximo, Colombia recibirá la COP 16, la cumbre mundial de la Biodiversidad. Por la magnitud del evento, que reúne a delegados y asistentes de 190 países, su sede ya debería estar definida y la preparación andando en firme. La decisión no se puede retrasar más, de ahí el llamado al presidente Gustavo Petro para que le comunique al país quién, entre Cali y Bogotá, será la anfitriona.

Escoger no es difícil. Esta es la ocasión precisa para mirar hacia las regiones, para que se refleje el propósito de descentralización del Gobierno Nacional, para darle el valor que se merece el Pacífico colombiano, uno de los territorios con mayor diversidad biológica en el mundo.

También es la oportunidad para rendirles un homenaje a las comunidades que han velado desde tiempos ancestrales por la conservación de ese patrimonio, el más importante que tiene Colombia. Ellas son las guardianas de los tesoros naturales que esconden los 1.300 kilómetros del litoral, sus selvas tropicales, sus montañas, así como los 558.223 kilómetros cuadrados de océano en el Pacífico que hacen parte del país y representan casi la tercera parte de su territorio.

Cali hoy representa a esa inmensa región; a sus 8,5 millones de habitantes repartidos entre Nariño, Cauca, Valle y Chocó; a su población afro, a sus indígenas, a sus riquezas y también a sus necesidades, que no son pocas y han sido desatendidas por décadas, incluidas las que tienen que ver con su biodiversidad. Es cuestión de justicia, de conciencia, escoger a Cali como la sede de la COP 16, por lo que es en sí misma y por lo que significa para el Pacífico colombiano.

Poco se entiende que los días pasen y el Gobierno Central continúe sin comunicar su decisión, generando una incertidumbre que ya a estas alturas y faltando tan poco tiempo no tiene justificación. Cali tiene las condiciones para realizar un encuentro de tal magnitud, para el que se esperan doce mil asistentes de 190 países, entre delegados estatales, representantes de organizaciones ambientales, interesados en la naturaleza y sobre todo en las decisiones que se tomen en la cumbre.

La Conferencia de las Partes en el Convenio sobre la Diversidad Biológica, COP 16, permitirá visibilizar la importancia que tiene el Pacífico nacional para el mundo. Además, pondrá en el mapa a una ciudad que, como pocas en el planeta, se precia de contar con siete ríos que la bañan, así como con una de las mayores reservas naturales del país, los Farallones, donde nace la vida en todas sus formas y sentidos. Y será la imagen del Valle, con su geografía única que permite ir en dos horas o menos del mar a la montaña, atravesar dos cordilleras y disfrutar de sus planicies.

Presidente Petro, no retrase más la decisión. Cali, y a través de ella el Pacífico colombiano, es la sede natural, la que se merece, con su color, su alegría y calidez, recibir la COP 16.

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