Populismo o autoritarismo
Su estrategia de gobernar, en la que no importa mucho la diplomacia internacional, le ha dado los dividendos esperados. Según encuestas recientes, Bukele tiene hoy el 94,9% de aprobación en su país, el más alto de los presidentes del continente.
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15 de ene de 2023, 11:55 p. m.
Actualizado el 17 de may de 2023, 05:42 a. m.
Nayib Bukele, el presidente de El Salvador, se mueve entre amores y odios. Sus métodos para gobernar, que suscitan preocupación fuera de las fronteras de su país por los síntomas de autoritarismo que reflejan, le dan la popularidad que necesita entre sus connacionales. Ahora, la posibilidad de que aspire a la reelección parece más cercana y divide opiniones entre quienes lo consideran una contravención a la Constitución y aquellos que lo apoyan.
En este comienzo del año el Tribunal Supremo Electoral anunció que redactará un instructivo sobre los pasos que deberá seguir el actual Mandatario en su propósito de repetir en la Presidencia salvadoreña.
Acoge así el aval dado por la Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia en septiembre de 2021 para que quien se haya desempeñado como presidente por cinco años pueda repetir en su aspiración.
Ya entonces las críticas arreciaron porque los magistrados que tomaron la decisión acababan de ser nombrados, luego de la destitución de los anteriores, y eran afines al gobierno. De hecho, uno de los cuestionamientos a Bukele es que desde su elección en 2019, cuando acabó con el bipartidismo conformado por el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional, Fmln, y la Alianza Republicana Nacionalista, Arena, que se repartieron el gobierno durante 41 años, ha reformado las instituciones y la rama judicial a su antojo para garantizar el ejercicio de poder sin contrapesos.
La semana anterior, por ejemplo, consiguió que la Asamblea Legislativa Salvadoreña aprobara por décima vez la prórroga al estado de excepción decretado en marzo del 2022 por 30 días y que ya completa diez meses. Amparado en esa figura ha desarrollado su plan de persecución a las pandillas criminales conocidas como Maras, sin duda la mayor fuente de violencia en el país durante décadas. Así ha encarcelado a miles de delincuentes, militarizado pueblos y regiones, e instaurado políticas penitenciarias que a los ojos de muchos violan los derechos humanos elementales.
En respuesta a las críticas, Bukele dejó clara su posición al afirmar que “Son más importantes los derechos humanos de la gente honrada que los de los delincuentes”. El problema para muchos es que en esa persecución que se convirtió en el principal objetivo de su gobierno, hay denuncias de detenciones arbitrarias contra centenares de personas que serían inocentes.
Su estrategia de gobernar, en la que no importa mucho la diplomacia internacional, le ha dado los dividendos esperados. Según encuestas recientes, Bukele tiene hoy el 94,9% de aprobación en su país, el más alto de los presidentes del continente.
Es reflejo, sin duda, de su política de seguridad que ha llevado a El Salvador a tener el índice más bajo de homicidios en Latinoamérica con 10 por cada 100 mil habitantes. Además, a punta de subsidios ha protegido a los salvadoreños de los efectos de la inflación mundial y se le reconocen los cambios en el sistema educativo y la modernización de la infraestructura.
Esa mezcla de autoritarismo y populismo podrían llevar a Bukele a un segundo periodo presidencial en el 2024. La incertidumbre es si a partir de ahí emprendería el camino para atornillarse al poder de manera definitiva, como lo suelen hacer los dictadores disfrazados de demócratas.
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