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Para no olvidar

Hace veinte años, sesenta y un personas fueron secuestradas por el Eln en varios restaurantes ubicados en el kilómetro 18 de la carretera al mar. Hoy, ese mismo grupo sigue sin reconocer su responsabilidad sobre ese crimen de lesa humanidad, continúa secuestrando y usando la violencia, y se niega a pedir perdón a las víctimas de su barbarie.

16 de septiembre de 2020 Por: Editorial .

Hace veinte años, sesenta y un personas fueron secuestradas por el Eln en varios restaurantes ubicados en el kilómetro 18 de la carretera al mar. Hoy, ese mismo grupo sigue sin reconocer su responsabilidad sobre ese crimen de lesa humanidad, continúa secuestrando y usando la violencia, y se niega a pedir perdón a las víctimas de su barbarie.

Los secuestrados, hombres y mujeres, niños, adultos y de edades superiores a los cuarenta años, estaban allí disfrutando de un almuerzo. Sin armas y desprevenidos fueron asaltados por delincuentes armados que se los llevaron amarrados hacia la selva entre la Cordillera Occidental y el Océano Pacífico. Tres de ellos murieron en la horrorosa travesía a la cual fueron sometidos.

Al final, treinta y seis de ellos fueron liberados gracias a la presión de la Fuerza Pública y la actuación valerosa de monseñor Isaías Duarte Cancino, en esas épocas Arzobispo de Cali, quien se había convertido en el apoyo de la ciudadanía y sigue siendo el símbolo del compromiso contra la violencia del Eln que quince meses antes se había llevado a más de cien personas de la iglesia La María. Los largos días que duró su cautiverio fueron un infierno plagado de malos tratos, hambre y abusos que culminaron con su entrega cuarenta y cinco días después, ante el cerco del Ejército Nacional.

Pero ese crimen del Eln continuó. Al igual que aconteció con muchas de las víctimas de La María, los sobrevivientes del kilómetro dieciocho siguieron padeciendo la extorsión de sus secuestradores que los acosaban con exigencias económicas. Algunos pagaron, otros se negaron y varios partieron al exilio, atemorizados por la amenaza de un grupo para el cual no existían entonces ni existen hoy los Derechos Humanos o el respeto a la dignidad humana.

Con el pasar de los años, la autoridad legítima y la Fuerza Pública recuperaron el control del territorio nacional y acabaron con la industria del secuestro que habían montado los grupos de delincuencia y aquellas organizaciones que se proclamaban liberadores del pueblo colombiano para someterlo a la crueldad y el chantaje. Pero el Eln se transformó en una empresa del crimen que explota el narcotráfico en todas sus manifestaciones, practica y recibe grandes ganancias de la minería ilegal y sigue secuestrando colombianos o usando el terrorismo indiscriminado dizque como pronunciamiento político.

Así siguen. Y sus cabecillas insisten en plantear unos diálogos de paz sin pedir perdón por actos como los secuestros de La María o el del kilómetro dieciocho en Cali. Por el contrario, en su arrogancia se obsesionan en justificar lo injustificable, las violaciones de los Derechos Humanos a miles de colombianos, además de insistir en una mesa de negociación en La Habana, fracasada ante el atentado terrorista que cometieron contra la Escuela de Policía General Santander.

Evocar el espantoso crimen cometido hace veinte años será siempre un ejercicio doloroso. Pero es necesario para evitar que se repitan los errores y las debilidades que hicieron posible el secuestro de sesenta y un personas en el kilómetro dieciocho.

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