Oportunidad desperdiciada
No obstante los propósitos que se firmaron en su declaración final, la Cumbre de las Américas dejó más interrogantes que realidades sobre la unión del continente.
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13 de jun de 2022, 11:55 p. m.
Actualizado el 17 de may de 2023, 12:45 p. m.
No obstante los propósitos que se firmaron en su declaración final, la Cumbre de las Américas dejó más interrogantes que realidades sobre la unión del continente. Si algo mostró fue la distancia que crece entre los países de la región, afectada por la diversidad de intenciones y la gran variedad de conflictos que vive la región.
La iniciativa se originó hace 28 años, cuando Bill Clinton, entonces presidente de los Estados Unidos, organizó la primera de esas reuniones en las cuales hicieron presencia los presidentes y jefes de Estado de las tres Américas. Sin que fuera una institución con capacidad para definir todos los aspectos de las relaciones entre sus asistentes, en su momento se destacó por su interés en tratar de concretar el panamericanismo y de superar las dificultades que enfrentan desde su consolidación de naciones libres, en el Siglo XIX.
Pero ese sueño se fue desvaneciendo a causa de las diferencias políticas que instigan la división antes que la unión alrededor de la manera de encontrar soluciones para los cientos de millones de habitantes. Y en gran parte, debido a la disparidad y las enormes desigualdades que viven los países de la región, sin que sea posible encontrar una salida común.
Por el contrario, la vecindad ha llevado a convertir en problemas internacionales las crisis que crecen ante las enormes dificultades por generar un desarrollo armónico. Es el caso de las migraciones, la gran preocupación de los Estados Unidos que enfrenta el acoso en su frontera sur de una migración producida por la falta de oportunidades en Centro y Suramérica, por la existencia de regímenes antidemocráticos que expulsan a sus nacionales como ocurre con Venezuela, o por la amenaza de la delincuencia, en especial el narcotráfico, que extiende su manto de violencia, su poder corruptor y su capacidad de desestabilización en todo el continente.
La suma de esos factores hace que una entidad como la Organización de Estados Americanos haya perdido vigencia e importancia en la protección de la democracia y en la consolidación de una integración que fue ejemplo para el mundo en los años 60. Y que se haya llegado a una cumbre en la cual se habla de la migración como un gran problema al cual debe ponérsele diques para impedir que la frontera entre México y los Estados Unidos siga siendo epicentro de un problema cuyas raíces están en la falta de oportunidades en el resto de América.
Por ello, y pese a la buena voluntad de Estados Unidos como promotor de la Cumbre y organizador de la que acaba de pasar, el encuentro se destacó por los desencuentros, las protestas y los reclamos de quienes, como el Presidente de México, aprovecharon la oportunidad que brindaba la exclusión de Cuba, Venezuela y Nicaragua, para emitir sus acostumbradas proclamas políticas contra el “imperialismo”. Pero nada de aportar para encontrar las soluciones a los problemas que aquejan a la inmensa mayoría de los habitantes de un continente que ve como se desperdicia la oportunidad de construir un destino mejor basado en la unión de esfuerzos de sus dirigentes.
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