El pais
SUSCRÍBETE

Naturaleza herida

La deforestación es un fenómeno criminal millonario que difícilmente puede enfrentar una sola persona como guardabosque con un manual y un lapicero en regiones apartadas de la geografía nacional.

1 de julio de 2022 Por: Editorial .

La ampliación de las zonas de reserva forestal es un esfuerzo loable y concordante con el compromiso de los líderes mundiales de acabar con la deforestación para el año 2030. Sin embargo, la realidad sobre el terreno demuestra que el anuncio no es suficiente para detener la voracidad de comunidades que ven los bosques simplemente como un negocio rentable.

Los estragos que dejan a diario fenómenos como la expansión de la ganadería y la adecuación de tierras para actividades agropecuarias, dos de los principales depredadores de las zonas de reserva forestal del país, son el recordatorio constante de que no se puede bajar la guardia, por más que los resultados den muestras alentadoras.

Cifras como las que obtuvo la Subdirección de Gestión y Manejo de Áreas Protegidas de Parques Nacionales Naturales de Colombia al hacer los comparativos de los años 2020 y 2021, y encontrar que han sido intervenidas 352.449 hectáreas de capa vegetal en 53 zonas de reserva natural del país, prueban que ningún esfuerzo es suficiente.

De las 14’524.945 hectáreas que en el 2020 se encontraban cubiertas de bosque en esas zonas protegidas, permanecieron intactas para el 2021 un total de 13´987.822 hectáreas. Es decir, el 3,4 % de esos tapetes verdes que mostraban los satélites fue víctima de algún tipo de intervención en la que la acción del hombre amenaza la conservación de nuestros biomas.

La mayor víctima de esta acción demencial es el Parque Natural Tinigua que debió ceder a intereses ilegales 197.000 hectáreas en solo un año. El santuario que alberga un atractivo natural como Caño Cristales, en la sierra de La Macarena, viene sufriendo un voraz ataque a su cobertura natural para ser remplazada por pastos, siembras y adecuación de lagos artificiales.

Daños similares, aunque en menor proporción a los que presentan otras reservas como los parques naturales Los Colorados, Pisba, Las Orquídeas y Ciénaga Grande de Santa Marta, cuyas coberturas registran también una alteración significativa. Detalla el monitoreo que 217.466 hectáreas fueron removidas para siembra de pastos, 72.571 hectáreas fueron remplazadas por actividades agropecuarias y que 11.191 hectáreas fueron quemadas.

De ahí la importancia de que estrategias como la Operación Artemisa, con la que el Ejército se sumó a la lucha contra la deforestación en el país, amplíe su rango de acción y acompañe la labor que realiza la Dirección de Parques Nacionales Naturales de Colombia.

La deforestación es un fenómeno criminal millonario que difícilmente puede enfrentar una sola persona como guardabosque con un manual y un lapicero en regiones apartadas de la geografía nacional. Un esfuerzo que debe ser conjunto para evitar más casos como los de Wilton Orrego y Yamid Silva que entregaron sus vidas tratando de defender los ecosistemas en la Sierra Nevada de Santa Marta y el Parque Nacional El Cocuy, respectivamente.

Garantizar la protección del sistema de Parques Naturales Nacionales de Colombia no es el capricho de uno u otro gobierno sino la necesidad de conservar el equilibrio en zonas vitales para la sostenibilidad ambiental y la vida misma. Muchas de esas coberturas arrasadas eran importantes bancos de agua que garantizan la vida en los centros poblados.

No entender las graves consecuencias de la destrucción de la capa vegetal y de bosques, será alargar el peor daño que como humanidad podemos hacernos. Y si los esfuerzos no son suficientes para revertir esa situación, será la propia naturaleza la que se encargue, cada cierto tiempo, de recordarnos con deslaves e inundaciones lo que venimos haciendo mal.

AHORA EN Editorial