Nada que celebrar

Lo que sí merece destacarse es el esfuerzo y el compromiso de los caleños y vallecaucanos para superar la tragedia que les dejó una barbarie organizada para tratar de arrasar lo que ellos han construido con paciencia y esfuerzo admirables

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27 de abr de 2022, 11:55 p. m.

Actualizado el 17 de may de 2023, 11:47 a. m.

Hace un año, la protesta social salió a las calles para expresar la inconformidad de muchos ciudadanos contra la situación que entonces atravesaba Colombia. Pero en Cali y el Valle fue secuestrada por un movimiento organizado que desató el vandalismo y la violencia, dejando destrucción, miedo y heridas que aún no sanan.

Durante dos meses, el departamento y su capital fueron objeto del bloqueo, la barbarie, la escasez y el miedo. Hoy no se sabe cuántos muertos se produjeron, cuántos heridos quedaron en la región y mucho menos se conoce la dimensión del daño que dejaron quienes formaron parte de una metódica embestida que tuvo como rehenes a los caleños y vallecaucanos, paralizó la economía, produjo carencia de alimentos y destruyó la red de distribución de combustibles.

La actuación de la Fuerza Pública, de las autoridades nacionales y departamentales y el compromiso de los vallecaucanos ha permitido superar el desastre que dejó la arremetida del terror en la región. Poco a poco, la gente fue descubriendo la destrucción de la cual fue objeto el sistema de transporte, la infraestructura de Cali, las carreteras del Valle y muchas construcciones públicas y privadas. Y la manera en que los espacios públicos se convirtieron en campo de batalla, aprovechado por la delincuencia que financiaba desmanes y lo utilizaba para tratar de sembrar el caos.

Tan grave situación se ha tratado de explicar, de manera por demás mentirosa, en la supuesta explotación de los miles de ciudadanos que padecen necesidades en la región y las diferencias de una sociedad que sin duda experimenta graves problemas y requiere grandes soluciones. Y por extraño que parezca, un año después no existe aún un balance exacto de las víctimas, la Justicia avanza con dificultades en la investigación y el juicio a los autores materiales del desastre mientras se desconoce el costo que tuvo para el municipio de Cali el ataque del que fue objeto la ciudad, así como el daño que se causó a la actividad privada y a la generación de empleo.

Y mientras la Fiscalía y los organismos de investigación avanzan en la identificación de los autores, vengan de donde vengan, desde las universidades, las organizaciones sociales y el empresariado unido en la iniciativa Compromiso Valle se originó un movimiento de solidaridad y de reconciliación que ha logrado subsanar en parte las heridas que el vandalismo y la errática actitud del gobierno de la capital vallecaucana le dejaron a la sociedad y a su ciudad. Es el camino que escogió una sociedad pacífica, comprometida con la convivencia y que aporta en las soluciones que necesitan miles de familias que habitan a Cali y la región vallecaucana.

Por todo eso, hoy no hay nada que celebrar, salvo que se quiera rendir homenaje a quienes secuestraron la protesta social y usaron a miles de jóvenes para sus oscuros y criminales propósitos. Lo que sí merece destacarse es el esfuerzo y el compromiso de los caleños y vallecaucanos para superar la tragedia que les dejó una barbarie organizada que trató de arrasar lo que ellos han construido con paciencia y esfuerzo admirables.

Directora de El País, estudió comunicación social y periodismo en la Pontificia Universidad Javeriana. Está vinculada al diario EL País desde 1992 primero como periodista política, luego como editora internacional y durante cerca de 20 años como editora de Opinión. Desde agosto de 2023 es la directora de El País.

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