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Nada qué celebrar

Cuatro décadas después de la caída de Somoza, la frustración, el desengaño, la pobreza y represión siguen sin marcharse de Nicaragua por cuenta de quienes prometieron cambiar las estructuras, y resultaron peores.

21 de julio de 2019 Por: Vicky Perea García

En medio de una enorme división, aislado internacionalmente, basado en el terror y con un discurso cargado de revancha y populismo, el presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, conmemoró los 40 años de la Revolución Sandinista. Lo que otrora fue considerado una gesta que derrotó la dictadura de los Somoza, hoy es un remedo de gobierno que acalla con violencia las voces opositoras.

De aquella revolución de la que hizo parte Ortega y que prometía valores como la libertad, sacar al país de la pobreza y ampliar la democracia no queda nada. “No es exagerado decir que es peor Ortega que Somoza, cosa que para mí es difícil proviniendo de raíces profundamente antisomocistas”, señala Juan Sebastián Chamorro, director del centro de pensamiento Funides, con lo que resume en buena medida el desencanto de la ciudadanía.

La peor versión del mandatario que ya había dado muestras en el pasado de su enfermiza relación con el poder se conoció en abril del año pasado. En ese momento miles de nicaragüenses, la mayoría jóvenes idealistas como alguna vez lo fue el propio Ortega, salieron a las calles a protestar contra medidas del gobierno y la respuesta fue la represión brutal.

Ortega, quien ha convertido el Estado en una finca de usufructo familiar, gobierna al lado de su tenebrosa esposa Rosario Murillo, a quien ha bautizado como la ‘Eternamente leal’. Ambos han diseñado las estrategias más perversas para aniquilar la rebelión a través de la conformación de grupos paramilitares, con el apoyo de estrategas militares cubanos y venezolanos.

La represión ha dejado más de 400 muertos, miles de heridos y cientos de desaparecidos. A lo que hay que sumar los 700 presos políticos, algunos de los cuales liberó recientemente con el propósito de aflojar la presión internacional. Los medios de comunicación tampoco han escapado a la violencia con la cual pretende acallar todo lo que se interponga en su decisión de controlar con mano de hierro el segundo país más pobre de América.

Tan solo en diciembre del año pasado se contabilizaron 248 agresiones contra los periodistas. Las violaciones a la libertad de prensa superan las mil, se ha denunciado la muerte de un comunicador y la detención de dos más, mientras otros 70 se han refugiado en diferentes países por la persecución de las fuerzas de seguridad.

Ortega continúa fiel a su estrategia de convocar mesas de diálogo para desgastar la protesta y dilatar su salida del poder. En su discurso de celebración de los 40 años de la revolución anunció que las elecciones presidenciales serían en noviembre del 2021, tirando por la borda lo discutido en las negociaciones puesto que la Alianza Cívica Opositora y la Comunidad Internacional han solicitado que se adelanten los comicios.

Una y otra vez el sátrapa da muestras de su desprecio por un pueblo que alguna vez aseguró proteger y al cual oprime para mantener la tiranía Cuatro décadas después de la caída de Somoza, la frustración, el desengaño, la pobreza y represión siguen sin marcharse de Nicaragua por cuenta de quienes prometieron cambiar las estructuras, y resultaron peores.

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