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Los dilemas del mundo

Así las cosas, el verdadero dilema está en escoger entre el miedo que obliga al aislamiento extremo y la necesidad de aprender a convivir con el enemigo y a manejarlo mientras se alcanza el remedio contra el Covid-19.

10 de mayo de 2020 Por: Editorial .

Con las reservas propias de un momento en el cual es imposible afirmar que la pandemia está controlada, los gobiernos del mundo empiezan la tarea de reactivar su actividad social y económica para evitar los males mayores que podrían sobrevenir en sus sociedades. Decisión difícil pero sin duda necesaria ante las amenazas que la parálisis implica para la generación de ingresos, la calidad de vida y la convivencia en todas partes del planeta.

Por supuesto, no es posible un dilema que ponga a escoger entre la vida de los seres humanos y la economía como generadora de riqueza. Está claro que defender la salud es un imperativo moral que no tiene discusión en el mundo civilizado, aún en muchos de los países dominados por dictaduras y totalitarismos.

Pero también es un imperativo para los Gobiernos el tratar de superar unas medidas sin dudas necesarias que están causando males mayores. Es el desempleo en su más amplia interpretación, la destrucción de todas las formas de trabajo que hacen posible la independencia de los ciudadanos y su posibilidad de proporcionarse los ingresos necesarios para subsistir y progresar.

Desde esa perspectiva no puede haber dilema que haga escoger entre la continuidad del confinamiento social indefinido y la apertura de la actividad que hace posible impedir la profundización de lo que ya es una tragedia de proporciones impresionantes. Por ello, y a pesar de que las cifras de contagios y muertes crecen, y no se conoce el fin de la amenaza, los gobernantes empiezan a permitir el regreso a la actividad pública, aunque con restricciones.

Según informe publicado por la BBC, se sabe que hoy 2700 millones de trabajadores, el 81% de la fuerza laboral del mundo, son afectados por las restricciones. Es decir, cuatro de cada cinco trabajadores sufren las consecuencias del confinamiento, mientras los Estados empiezan a mostrar sus limitaciones y dificultades para atender la emergencia, ofrecer subsidios, limitar los daños de la parálisis y proyectar las soluciones a futuro.

En esas estadísticas es importante destacar que Latinoamérica pierde alrededor de 17 millones de empleos, considerando tanto el número de despidos como la reducción en las horas de trabajo de los trabajadores independientes, lo que no incluye el impacto en los ingresos del sector informal que en Colombia está en el 46% de la fuerza laboral. Es pues una amenaza de grandes proporciones que puede terminar en una tragedia mayúscula para toda la sociedad si no se responde como corresponde.

Según la organización Internacional del Trabajo, organismo de la ONU, se perderán 6,5% horas de trabajo en el mundo durante el trimestre abril- junio del presente año, lo que equivale a 165 millones de puestos de trabajo. De por sí, esa cifra estremece y obliga a pedir todos los esfuerzos posibles para enfrentar lo que puede ser una tragedia de proporciones jamás imaginadas.

Así las cosas, el verdadero dilema está en escoger entre el miedo que obliga al aislamiento extremo y la necesidad de aprender a convivir con el enemigo y a manejarlo mientras se alcanza el remedio contra el Covid-19.

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