La vorágine de Bolivia
Bolivia está hoy en medio de una tormenta. A los graves problemas que deja la pandemia del coronavirus, se suma la confusa situación de la disputa por el poder, donde las instituciones y sus gobernantes no parecen encontrar la manera de recuperar la tranquilidad del país.
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6 de sept de 2020, 11:55 p. m.
Actualizado el 22 de abr de 2023, 10:41 a. m.
Bolivia está hoy en medio de una tormenta. A los graves problemas que deja la pandemia del coronavirus, se suma la confusa situación de la disputa por el poder, donde las instituciones y sus gobernantes no parecen encontrar la manera de recuperar la tranquilidad del país.
El origen de la crisis está en los trece largos años en los cuales Evo Morales desempeñó el poder, casi absoluto, desde la presidencia. Esos años fueron útiles para darle estabilidad a una nación permanentemente convulsionada por los golpes de Estado y la imposibilidad de poner de acuerdo a sus dirigentes, así como para superar las grandes diferencias entre los gobernantes y las etnias indígenas.
Pero su final fue marcado por el fraude como quiso imponer su cuarta reelección en las elecciones del 20 de octubre de 2019 y a como diera lugar, su respuesta a los deseos de una nación cuyas mayorías le demostraron de múltiples maneras el rechazo a su perpetuación en el poder. Luego de descubrirse la trampa, confirmada entre otros organismos por la OEA, Evo renunció e inició un periplo por México y Argentina, mientras su país cayó en una espiral de incertidumbres.
El primer asomo se produjo con la designación de su sucesor, algo que no acataron sus partidarios, dirigidos por el propio Morales. Quedó entonces la señora Jeanine Áñez, quien en un principio se mostró dispuesta a restaurar la democracia llamando a elecciones sin su participación, para después romper su compromiso y lanzarse como candidata.
Entre tanto, la confrontación ha sido la constante en Bolivia, entre los partidarios de Evo, reunidos en el Movimiento al Socialismo, MAS, la frondosa burocracia que sembró, las centrales sindicales que han visto la oportunidad para aumentar sus exigencias, y los sectores tradicionales de la política que han radicalizado sus posiciones llegando en muchos casos a la agresión física y la violencia contra los partidarios y miembros del antiguo régimen.
Ahora, la manzana de la discordia son las elecciones que debieron realizarse el tres de mayo pasado y han sido aplazadas por la pandemia.
Mientras las mayorías del Congreso están en manos del MAS, persisten los intentos de la presidente Áñez por quedarse en el cargo y aparecen las aspiraciones de los políticos tradicionales encabezados por el candidato Carlos Mesa el fondo de la trama está en la intención del renunciado Morales de regresar a Bolivia como senador, encabezando las listas de su partido.
Para ello, Evo ha contado con la protección del gobierno de Argentina de la línea de los esposos Kirchner y del Alba que promovió Hugo Chávez. Y mientras los bolivianos se polarizan, su país está casi paralizado por el bloqueo de carreteras ordenado por el sindicalismo que exige el adelanto de las elecciones para el 11 de octubre, una semana antes de lo definido por el Consejo Electoral.
Todo indica que Bolivia está en una vorágine de personalismos, populismos y debilidad institucional, en la cual destaca el caudillo Evo Morales. Es la incertidumbre que hace temer por el regreso de las épocas en las cuales imperaron los actos de fuerza contra la democracia.
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