El pais
SUSCRÍBETE

La vida y el futuro

Tras el paso del huracán Iota sobre el archipiélago de San Andrés y Providencia, la prioridad ha sido ayudar a los damnificados y agilizar la reconstrucción de las islas. Ahora, de manera simultánea, hay que afrontar la reparación ambiental porque es en la naturaleza donde está la protección y el futuro de esa parte de Colombia.

4 de diciembre de 2020 Por: Editorial .

Tras el paso del huracán Iota sobre el archipiélago de San Andrés y Providencia, la prioridad ha sido ayudar a los damnificados y agilizar la reconstrucción de las islas. Ahora, de manera simultánea, hay que afrontar la reparación ambiental porque es en la naturaleza donde está la protección y el futuro de esa parte de Colombia.

Así como Iota causó la destrucción de la infraestructura, arrasó con las viviendas y dejó desoladas a San Andrés, Providencia y Santa Catalina, los sistemas marinos y costeros sufrieron un enorme daño. Los vientos huracanados destruyeron los manglares e impactaron la vegetación del bosque tropical seco en el interior de las islas, la fauna en tierra y en los océanos fue asolada, y ecosistemas como los coralinos fueron estropeados.

Aún no se sabe de qué tamaño es el daño ambiental, por lo cual es urgente evaluar su dimensión. Es la tarea del equipo multidisciplinario que se trasladó al archipiélago y que bajo el liderazgo del Ministerio del Medio Ambiente más la participación de entidades como el Ideam, el Instituto Alexander Von Humboldt, Invemar, Parques Nacionales y la Corporación Coralina, se encargará de calcular los impactos en los sistemas naturales.

Además de realizar el diagnóstico y trazar planes de acción que permitan la recuperación ecológica de las islas en un tiempo prudencial, esta es la oportunidad para comprometerse con su futuro ambiental, lo que implica también el futuro de sus habitantes. La intervención indebida, los estragos de un turismo sin mayor control, la falta de programas de educación para la población y el escaso presupuesto invertido en conservación, han ocasionado el deterioro paulatino de los recursos naturales en San Andrés.

Por ello hay que aprovechar este esfuerzo y trazar una hoja ruta medioambiental en el Archipiélago que garantice tanto su recuperación como su conservación. Por ejemplo los manglares y los bancos de corales y pastos marinos hay que cuidarlos porque son barreras protectoras que evitan la erosión costera, a la vez que actúan como salas cunas de cientos de especies que encuentran allí el lugar para procrearse, cuidar a sus crías y salvarlas de los depredadores, lo que además proporciona un principio importante para garantizar la seguridad alimentaria y el sustento de la población.

Otro de los papeles que juegan esos sistemas marinos y terrestres es el control del cambio climático. Los bosques de mangle cumplen la función vital de absorber grandes cantidades de carbono, con lo cual contribuyen a reducir los gases de efecto invernadero en la atmósfera y a evitar que el calentamiento global aumente. Si las aguas del Caribe se mantienen a temperaturas más bajas, fenómenos como los huracanes serán menos frecuentes e intensos en San Andrés y Providencia.

En todo ello la pieza fundamental son los isleños, guardianes naturales de su entorno y poseedores del conocimiento ancestral sobre sus tierras y mares. Por eso la importancia de involucrarlos en los estudios de restauración, de hacerlos parte de su recuperación y conservación, de enseñarles a protegerlos y a hacer un ecoturismo responsable. Es ahí, en su medio ambiente y en sus recursos naturales, donde están la vida y el futuro del Archipiélago de San Andrés y Providencia

AHORA EN Editorial