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La tragedia americana

Alarmados por el impacto que ha tenido el Covid-19 en su país, los estadounidenses padecen las peores estadísticas de contagio y de muertes y la aparente impotencia de su país para detener la tragedia.

5 de abril de 2020 Por: Editorial .

Alarmados por el impacto que ha tenido el Covid-19 en su país, los estadounidenses padecen las peores estadísticas de contagio y de muertes y la aparente impotencia de su país para detener la tragedia. Y siguen esperando la coherencia necesaria para evitar que se cumplan los vaticinios que hasta su presidente califica como siniestros.

Más de 310.000 contagiados y de 9100 muertos convierten a Estados Unidos hoy en el epicentro de la pandemia, mientras se estima en 200.000 el número de decesos a causa de ella. El aviso de los organismos de inteligencia sobre el virus en China y sus efectos llegó a principios de enero y no fue atendido. Luego, los kits de prueba fallaron, los médicos y científicos se quedaron sin alternativas y los gobernadores se vieron obligados a competir entre ellos para obtener equipos médicos.

La economía robusta, desempleo bajo y el dinamismo de la bolsa, fundamentos del éxito del gobierno de Donald Trump se desplomaron. Van diez millones de desempleados en dos semanas y la sombra de la Gran Depresión aparece.

La errática respuesta del gobierno en todos sus niveles es en gran parte causante de este panorama. La falta de preparación, la negación inicial de la gravedad de la crisis, y el desorden institucional, las cifras dudosas y contradictorias se amplifican en ciudades como Nueva York, epicentro de la emergencia sanitaria, donde no hay pruebas suficientes ni equipos médicos ni recursos para atender los contagiados. El gobernador Andrew Cuomo, con su contundencia y empatía y con sus ruedas de prensa diarias repletas de datos y medidas, ha ocupado un espacio de liderazgo más allá de su Estado.

En todos los países los gobernantes deben abordar emergencias. Lo que sorprende es que Estados Unidos, la gran potencia mundial, haya tropezado en proteger a sus ciudadanos. El gobierno federal duró setenta días negando la gravedad del Covid-19, culpando a los opositores, insultando a los periodistas y negándose a aplicar medidas de distanciamiento social y reaccionó tarde en abastecer al país de las herramientas médicas necesarias.

Y mientras todavía hay alcaldes y gobernadores que niegan la amenaza, las fallas institucionales y políticas ya cobran más vidas que las cuatro últimas guerras americanas, Corea, Vietnam, Afganistán e Iraq. El país con más experiencia en empidemiología, mejores hospitales y centros de investigación, parece fracasar en su respuesta.

El director de la agencia de control de enfermedades no pudo avanzar con el plan de detección y contención del virus. No existió, y aún no existe, un plan nacional de emergencia. En un país en campaña electoral para la presidencia, tampoco han sonado las voces de los candidatos distintos al presidente Trump que convoquen a la unión y la esperanza.

Nadie sabe cuántas vidas y empleos se habrían podido salvar en Estados Unidos si existiera un serio liderazgo y planeación. Lo que está claro es que el resultado de este mal manejo es un colapso sistémico en el sistema de salud y un inminente frenón económico que se llevará miles de vidas por delante y profundizará la crisis económica global.

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