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La recuperación de Iraq

El presidente Al Abadi ha anunciado que su principal misión es recuperar la confianza en Iraq. Y aunque queda por resolver el conflicto con los kurdos, lo importante será que la comunidad internacional no le dé la espalda en este momento clave para su futuro

1 de noviembre de 2017 Por: Editorial .

La derrota militar del Estado Islámico en Iraq ha abierto una esperanza para este sufrido país.
Primero fue la recuperación de Mosul, la tercera ciudad donde los yihadistas habían llegado en el 2014 para establecer su califato. Su recuperación era fundamental para demostrar la capacidad de reacción de la comunidad internacional y el gobierno iraquí ante el desafío terrorista y limitar significativamente el movimiento de combatientes del Estado Islámico, de armas y suministros. Perdieron sus rutas de abastecimiento desde Iraq a Siria, donde mantienen una fuerte presencia, pero sobre todo fue un triunfo con un gran simbolismo pues fue en esta región que los terroristas dejaron de ser considerados un grupo local y comenzaron a propagar su discurso de terror.
Ahora, la reciente recuperación de Kirkuk, que estaba en manos de los kurdos, ha consolidado el Gobierno iraquí que ya no es un Estado considerado fallido. Después del derrocamiento de Sadam Hussein, el país entró en una espiral de violencia y venganzas entre sunitas y chiíes, las dos corrientes islámicas más poderosas. Posteriormente, la falta de un ejército organizado y la ausencia del gobierno en extensas áreas fueron el escenario perfecto para que los terroristas del Estado Islámico comenzaran sus años de terror.
El compromiso que ha demostrado Haider Al Abadi, como primer ministro de Iraq, para recuperar el control del país ha sido destacado por la comunidad internacional. Su gestión ha generado un inusual consenso, producto de una serie de acciones para enfrentar la amenaza terrorista, evitar las venganzas políticas internas y luchar contra la corrupción que azota a su país.
Lentamente comienzan a verse las señales positivas. De los 65.000 incidentes terroristas reportados entre 2005 y 2016 se pasó a 426 en lo que va de este año. Será una tarea ardua la que se viene. De ahí que una vez concluida la guerra contra el Estado Islámico los iraquíes esperan que los ingresos del petróleo, en un país que produce 4,5 millones de barriles al día, sean destinados a la reconstrucción de la Nación que ha sido reducida a escombros por las guerras de todo orden.
Las carencias son evidentes. La red estatal de energía eléctrica está a la mitad de lo que requiere Iraq, la salud y educación se encuentran en ruinas, el desempleo acosa al 30% de la población y un tercio de los 38 millones de habitantes se encuentran por debajo de la línea de pobreza. Como todavía no existen las condiciones para la inversión de capital externo, la administración estatal tiene que absorber el 60% de la masa laboral.
El presidente Al Abadi ha anunciado que su principal misión es recuperar la confianza en Iraq. Y aunque queda por resolver el conflicto con los kurdos, lo importante será que la comunidad internacional no le dé la espalda en este momento clave para su futuro. La reconstrucción la tendrán que hacer los iraquíes, pero la experiencia ya demostró que un país con tantas complejidades, con tanta riqueza petrolera y fundamental para el equilibro de la región no se puede dejar abandonado a su suerte.

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