La política y los principios

Volviendo al principio, es claro que el candidato Petro apeló a las libertades y ventajas que otorga la campaña presidencial en desarrollo para utilizar el asesinato de seis servidores públicos y atacar sin fundamento a quien él considere útil para despertar lealtades.

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26 de abr de 2022, 11:55 p. m.

Actualizado el 17 de may de 2023, 12:38 p. m.

Cuando la ambición por triunfar en unas elecciones no tiene límites, y cualquier funcionario o institución puede ser objeto de ataques en los que solo importa el efecto que se alcance, la política se convierte en motivo de confrontación sin que a los autores de esos ataques les importe el daño que causan. Y lleva a reacciones que, aunque explicables, pueden generar inquietudes.

Es el caso de la manera en que el candidato del Pacto Histórico aprovechó el asesinato de seis soldados a manos de grupos de narcotraficantes para señalar como colaboradores de ese grupo a “algunos generales” de la República. Es decir, la muerte de quienes ofrendaron sus vidas por defender a la Nación de los criminales que la asaltan, fue usada por el señor Gustavo Petro para atacar, sin ninguna prueba y así estuviera fuera de lugar, a quienes comandan la Fuerza Pública.

Otra cosa es la respuesta del general Eduardo Zapateiro, comandante del Ejército Nacional, quien rechazó el ataque que, más que personal, fue una andanada que involucró a todos los generales. Es claro que él está obligado a responder la afrenta y en el deber de defender a quienes tienen una amplia trayectoria al servicio de la nación, además del derecho al buen nombre, y serán la Justicia y los organismos de vigilancia los que deberán revisar su actuación para definir su legalidad y los pasos a seguir, como ordena nuestra Constitución.

Se dice que en campaña todo vale con tal de conseguir adeptos, más aún cuando la estrategia es tratar de sembrar la duda contra las Instituciones y quienes las dirigen. Y cuando su objetivo, como parece ser este caso, es retar a quienes las conducen a que respondan, lo cual victimiza al autor del improperio, y le da pie para evadir su responsabilidad, o más precisamente, su falta de responsabilidad.

Pero debe quedar claro que no todo puede valer en una campaña electoral, y menos atacar con mentiras y señalamientos escandalosos y vagos a quienes tienen a su cargo cumplir el mandato constitucional de ofrecer seguridad a todos los colombianos, incluyendo a los candidatos que los están agrediendo. En este caso, son los electores los que deben tomar nota sobre cuál es la intención de quien, como el señor Petro, aprovecha el dolor de la nación para atacar a personas respetables como son los soldados, policías y los oficiales que los comandan.

Volviendo al principio, es claro que el candidato Petro apeló a las libertades y ventajas que otorga la campaña presidencial en desarrollo para utilizar el asesinato de seis servidores públicos y atacar sin fundamento a quien él considere útil para despertar lealtades. Con ello desató una de aquellas polémicas tan de su gusto y de su estilo, tratando de sembrar la duda sobre la actuación de la Fuerza Pública para después exigirle obediencia irrestricta en caso de que resulte ganador de la elección en desarrollo.

Que los colombianos revisen esas actuaciones al momento de decidir sus preferencias, es la forma en la cual las sociedades actúan para defender los valores y los límites que hacen posible mantener con vida la democracia.

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