La otra epidemia
Como si fuera poco con la pandemia del coronavirus que ha acabado con la vida de 38.000 personas en ese país y está en pleno rebrote, Francia recibió la semana pasada otros golpes mortales del terrorismo.
Siga a EL PAÍS en Google Discover y no se pierda las últimas noticias
1 de nov de 2020, 11:55 p. m.
Actualizado el 24 de may de 2023, 12:38 a. m.
Como si fuera poco con la pandemia del coronavirus que ha acabado con la vida de 38.000 personas en ese país y está en pleno rebrote, Francia recibió la semana pasada otros golpes mortales del terrorismo. Es la expresión del radicalismo islámico contra una nación donde las libertades son fundamentales y la cultura islámica tiene la mayor cantidad de seguidores en Europa.
La historia se repitió el pasado jueves: tres personas que estaban en la catedral de Nuestra Señora de la Asunción de Niza fueron acuchilladas por un fanático venido de Túnez días atrás. Su acción se detuvo cuando los gendarmes franceses lo balearon mientras escapaba.
Días antes, Samuel Paty, profesor de secundaria, fue decapitado en una calle de París por un extremista de origen checheno, luego de ser amenazado por exhibir a sus alumnos las caricaturas del profeta Mahoma que causaron el atentado a la revista Charlie Hebdo, hace cinco años. Era una clase de educación moral y cívica en la que se discutía sobre la libertad de expresión, la cual dio pie para que un grupo ordenara la horrible muerte del catedrático.
El horripilante asesinato se produjo precisamente en momentos en que se lleva a cabo en la capital francesa el juicio a 14 personas acusadas de ayudar a los dos atacantes islamistas que atentaron contra la revista. Y posteriormente, el presidente Emmanuel Macron fue amenazado por afirmar que la decapitación tiene todos los signos de ser un “ataque terrorista islámico” y que el profesor había sido asesinado por “enseñar libertad de expresión”.
La carga simbólica de esos actos no puede ser más evidente, en momentos en los cuales el Covid-19 sigue causando estragos. Se trata de asesinar en una iglesia católica a personas desarmadas que asistían allí para ejercer su derecho a la libertad de culto. Y el profesor Paty fue degollado por enseñar la libertad de expresión y el respeto a la opinión ajena en el país en el cual esas libertades son su símbolo. Todo ello ejecutado por personas fanatizadas y preparadas para el terrorismo.
Y quienes promovieron esos crímenes pretenden mostrarse como defensores del Islam, perseguidos por Occidente. Para ellos no hay término medio, ni es posible la convivencia con culturas distintas a su oscurantismo, a su absolutismo religioso y a su xenofobia inocultable. Ni siquiera el hecho de que el Islam contiene llamados a esa tolerancia hace posible que se detenga la maquinaria de terror y muerte con la cual atacan en Europa, cometen atentados como el del 11 de septiembre de 2001 contra los Estados Unidos o la destrucción que significó el Estado Islámico en Oriente Medio.
Esa es la otra epidemia que asalta con frecuencia al viejo continente, en pequeñas escalas pero con efectos impactantes en las sociedades occidentales. Sus resultados, además del desconcierto, el temor y la reacción de las autoridades contra los criminales, desencadenan el rechazo y el radicalismo contra todo lo que tenga relación con la cultura islámica, así la inmensa mayoría de sus seguidores sean seres pacíficos y el terrorismo venga de unas minorías absolutas.
6024455000






