La marcha de Cali

La marcha del silencio fue una demostración serena y a la vez enérgica de una sociedad que reclama el diálogo para resolver los problemas de sus integrantes, pero que no parece ser tenida en cuenta.

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25 de may de 2021, 11:55 p. m.

Actualizado el 18 de may de 2023, 07:02 a. m.

Miles de caleños salieron ayer a la calle a expresar su opinión en contra de los bloqueos y los paros que amenazan a su sociedad desde hace 28 días. La marcha del silencio fue la voz de quienes no han sido escuchados en las esferas oficiales, reclamando por su derecho a vivir conforme a las normas y el Estado de derecho.

La de ayer fue una demostración tan multitudinaria como pacífica que desmiente el intento de estigmatizar a nuestra ciudad. Desde todos los rincones de la ciudad aparecieron jóvenes y adultos vestidos de blanco y llevando carteles que resumían su deseo de regresar al trabajo, su reclamo por la libertad que le niegan quienes han establecido retenes en las calles de su ciudad, y su rechazo a la violencia. Con sus banderas en la mano desfilaron en orden, sin necesidad de reclamar garantías ni sus derechos humanos, esos miles de ciudadanos llegaron frente a la Alcaldía a expresar con su presencia respetuosa su respaldo a la institucionalidad y su exigencia de que el Gobierno Municipal escuche a quienes no paralizan la sociedad ni usan la fuerza que golpea los derechos ajenos.

Fueron dos horas de manifestación respetuosa que sacó de nuevo el civismo que caracteriza a los habitantes de la capital vallecaucana, así existan sectores que insisten en la actitud desafiante que destruye la concordia. Con ello se demostraron a sí mismos, a sus gobernantes, a los medios de comunicación y a la comunidad internacional, que aquí existe una sociedad respetuosa y pacífica, capaz de reclamar sus derechos sin necesidad de recurrir a la violencia y a las vías de hechos.

También expresaron su preocupación por el daño enorme que a la sociedad caleña, sin distinción alguna, le están causando la combinación de violencia y la falta de liderazgo de sus gobernantes. Esa violencia que paraliza el trabajo y destruye el empleo, que produce la escasez y la carestía de los alimentos, que amenaza a los habitantes de los barrios populares e impide su derecho de locomoción con bloqueos y extorsiones, mientras los mandatarios se empeñan en tratar de justificarla y en reconocerle la vocería a algunos pocos como la expresión de inconformidad, real por demás, de sectores sociales.

La marcha del silencio fue una demostración serena y a la vez enérgica de una sociedad que reclama el diálogo para resolver los problemas de sus integrantes, pero que no parece ser tenida en cuenta. De esa amplia gama de jóvenes, de pequeños empresarios, de empleados y personas del común que se unieron a los propietarios de empresas grandes y a los gremios para reclamar que se le ponga fin a la parálisis que destruye su futuro y siembra el odio, impidiendo el abastecimiento, obstaculizando los servicios de salud y poniendo en riesgo la vida de muchos seres humanos.

La marcha del silencio fue la expresión de una sociedad que necesita resolver los conflictos que la golpea, de manera pacífica y sin vulnerar los derechos de los demás. Y debe recibir la respuesta que merece como manifestación democrática que representa la opinión respetuosa pero firme de gran mayoría de los habitantes de Cali.

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