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La guerra de Trump

Es posible que la decisión de Trump de esperar un mes para que continúen las negociaciones con China sean parte de su estilo: presionar al principio, atacar para debilitar la contraparte y luego reclamar el triunfo.

12 de mayo de 2019 Por: Editorial .

La guerra comercial que Estados Unidos desató contra China hace un año entró en un nuevo escenario al elevar del 10% al 25% los aranceles a miles de productos chinos, valorados en 200.000 millones de dólares. Esta medida en apariencia proteccionista gravará también productos de empresas estadounidenses, amenazando de nuevo la cacareada globalización promovida por el capitalismo.

El gobierno de Beijing expresó su malestar y los mercados internacionales tuvieron una fuerte contracción. Desde que se hizo el anuncio, los mercados mundiales acumularon durante la semana cerca de dos billones de dólares en pérdidas, según cálculos del Wall Street Journal. La incertidumbre afecta a los inversores y la volatilidad en los mercados puede continuar si en las próximas tres semanas no se logra un acuerdo.

Los mensajes de Trump tampoco han ayudado a apaciguar las aguas. Al cuestionar el acuerdo que permitió que China entrara a la Organización Mundial del Comercio, dijo que su economía subió como un cohete y “lo hicieron con nuestro dinero”. También aseguró que los nuevos aranceles harán que su país esté más fuerte y calculó que entrarán unos 100.000 millones de dólares adicionales a las arcas públicas.

La reacción fue inmediata y el Gobierno chino anunció represalias que afectarán las exportaciones estadounidenses a ese país. El hecho agravará la guerra comercial, que como lo advirtió el Fondo Monetario Internacional “amenaza con tener un fuerte impacto en la economía mundial”.

Trump parece envalentonado por el crecimiento de la economía y el empleo en su país, y trata de demostrar que sus estrategias de negociación son exitosas. Ahora quiere dar a entender que tiene a China contra los palos, obligándola a negociar en sus términos. Pero con ello arrastra al mundo a la inestabilidad económica y le propina un golpe a la globalización y al comercio mundial. Al final, todo parece dirigido a causar un impacto en la opinión con miras a su reelección.
Mientras, el Gobierno chino aguarda con paciencia. Sabe que su control absoluto de la economía le permite competir en todo el mundo, razón por la cual muchas compañías estadounidenses producen allí. Y que si Estados Unidos sube sus aranceles, los mercados internacionales recibirán el impacto, causando peores traumatismos a los mercados.

Es posible que la decisión de Trump de esperar un mes para que continúen las negociaciones con China sean parte de su estilo: presionar al principio, atacar para debilitar la contraparte y luego reclamar el triunfo. Con esa estrategia triunfó en las elecciones y considera que puede doblegar a los chinos, los mayores tenedores de títulos de deuda pública de los Estados Unidos.

Conocer las estrategias de Trump hace prever que no habrá una ruptura. Pero la comunidad internacional está intranquila ante el populismo de quien aspira a reelegirse presentándose como el gran artífice del poderío estadounidense. Por lo pronto, es de esperar que se logre un acuerdo y que el mundo no tenga que padecer la incertidumbre y la inestabilidad por cuenta de los arrebatos del presidente del ‘America First’.

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