La desidia y el Aguacatal
Así las cosas, la contaminación seguirá matando lentamente al Aguacatal, lo que afecta a las miles de personas que viven a lo largo de su cauce y afecta en forma directa al río Cali donde desemboca, con lo cual se pondría en riesgo el abastecimiento futuro de agua potable para al menos 500 mil caleños.
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5 de ago de 2022, 11:55 p. m.
Actualizado el 17 de may de 2023, 12:52 p. m.
La contaminación del río Aguacatal no es nueva. La turbiedad, los olores fétidos, el color amarillento de sus aguas bajan desde hace años por su cauce, el mismo tiempo que llevan pregonándose las soluciones sin que se realicen las obras para detener su destrucción.
Las causas son de vieja data, como los lixiviados que aún resuman los socavones mineros abiertos hace tres décadas en el corregimiento de Montebello. La extracción de carbón ya no se practica en el sector, pero sus consecuencias aún se sienten y así será a futuro mientras no se cierren esas zanjas y se trate la tierra para que los líquidos dejen de emanar.
El otro problema, que tampoco es reciente y crece día a día, tiene que ver con la permisividad hacia las invasiones en los cerros caleños, el crecimiento urbano desordenado y la imposibilidad de atender con servicios públicos básicos como el alcantarillado a la zona rural. Al Aguacatal y a las quebradas que lo alimentan caen sin ningún tratamiento las aguas residuales de 30.000 personas que viven en los corregimientos de Montebello y Golondrinas, y para ello no hay solución a la vista.
La desidia con la que los sucesivos gobiernos caleños y las entidades ambientales han tratado los problemas de los ríos y de sus cuencas, queda en evidencia cuando se conoce lo que le sucede al Aguacatal. Pareciera que ese patrimonio natural que debe ser tratado como prioridad para la ciudad, no tuviera la misma importancia para los administradores municipales pues no hay forma de conseguir los recursos que exige su recuperación.
A solucionar problemas como los que presenta el río Aguacatal es a lo que se deberían destinar los impuestos que los caleños pagan a través de la sobretasa ambiental. Pero no es así. Si acaso se anuncian arreglos parciales como la clausura de los socavones mineros, el tratamiento de la tierra para que los químicos de las minas dejen de salir o la siembra de árboles en algunas hectáreas, que adelantaría la CVC como parte de la estrategia para descontaminar el río Aguacatal.
Pero falta la obra más importante: la construcción de la Planta de tratamiento de aguas residuales que recoja las aguas servidas de Montebello, Golondrinas y varias de sus veredas. Para ello, que le corresponde planear y ejecutar al gobierno municipal, no parece haber recursos. No hay un rubro definido en el presupuesto local, tampoco se encuentra entre los proyectos que se ejecutarán con los $650.000 millones de endeudamiento aprobados por el Concejo, ni está incluido en los $150.000 millones de las vigencias futuras.
Así las cosas, la contaminación seguirá matando lentamente al Aguacatal, lo que afecta a las miles de personas que viven a lo largo de su cauce y afecta en forma directa al río Cali donde desemboca, con lo cual se pondría en riesgo el abastecimiento futuro de agua potable para al menos 500 mil caleños.
Casos como este demuestran la desidia con la que se miran los siete ríos caleños, la indiferencia que existe hacia el patrimonio natural y ambiental de la capital del Valle y la omisión que se comete con el cuidado del medio ambiente.
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