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La cumbre climática

Para reducir un 30% las emisiones de gases de efecto invernadero, detener la deforestación, hacer la transición hacia las energías verdes o recuperar los ecosistemas afectados, así como para educar a la sociedad sobre su responsabilidad en el cuidado de su entorno, se necesita dinero.

4 de noviembre de 2022 Por: Editorial .

Como sucede desde hace 27 años, el mundo tiene a partir de mañana su cita anual para hablar sobre cambio climático y las acciones para evitar que el daño al planeta, y a la humanidad, sea irreversible. Colombia pretende liderar la discusión sobre la Amazonía, la transición energética y poner en el centro del debate los efectos del deterioro ambiental en las comunidades más pobres.

La Conferencia de las Partes sobre el Clima, COP27, que se realizará en Sharm El-Sheikh, Egipto, espera en los siguientes doce días a líderes de 200 naciones. Si en 2020 y 2021 la pandemia del Covid-19, así como su relación con el medio ambiente, fue el centro de atención, este año el foco está en la guerra declarada por Rusia a Ucrania, la crisis humanitaria y los problemas de suministro de energía que ha generado la absurda confrontación, así como el daño ecológico a una región de inmensa riqueza natural.

La revisión de los compromisos adquiridos por cada país y por la comunidad internacional en su conjunto durante la COP 26, en Escocia, en la búsqueda de evitar que la temperatura del planeta suba antes de mitad de este siglo por encima de los 2 grados centígrados, estará sobre la mesa. Pero son la financiación de las iniciativas ambientales, la obligación de las naciones más desarrolladas de aportar mayores recursos económicos y el cumplimiento con los fondos verdes creados para tal propósito, los que centrarán la discusión.

Para reducir un 30% las emisiones de gases de efecto invernadero, detener la deforestación, hacer la transición hacia las energías verdes o recuperar los ecosistemas afectados, así como para educar a la sociedad sobre su responsabilidad en el cuidado de su entorno, se necesita dinero. Y aunque los países ricos se comprometieron en el 2009 a poner US$100.000 millones cada año hasta el 2025 para apoyar las acciones climáticas en las naciones en desarrollo, según la Ocde el cumplimiento está muy por debajo de la meta.

Colombia, que al tener uno de los patrimonios naturales más importantes del planeta debe ser uno de los países receptores de esos recursos, espera liderar las conversaciones en la COP 27. Para ello viajarán a Egipto el Presidente de la República, su Vicepresidenta y una amplia comitiva de ministros y asesores. El mandatario insistirá en la urgencia de salvar la Amazonía como pulmón del mundo, buscará recursos para la reforestación, e insistirá en su discurso de reducir el uso de hidrocarburos.

La vicepresidenta Francia Márquez, por su parte, anunció que participará en la conferencia como “víctima del racismo” y en calidad de vocera “de las poblaciones históricamente excluidas y marginadas, que son las que viven en mayores proporciones los efectos del cambio climático”. Como ya lo hizo el presidente Petro en la Asamblea General de las Naciones Unidas, dijo que insistirá en responsabilizar del “desastre” ambiental a los sistemas económicos de los países más desarrollados.

Las conclusiones de la COP 27, si se están logrando resultados efectivos en la lucha contra el cambio climático o si se puede concretar una mayor financiación para ese propósito, se sabrá al final de la reunión mundial. Las expectativas son reservadas, como suele suceder, aunque se debe reconocer la importancia de contar con este espacio anual para que el mundo se plantee su responsabilidad con el planeta y con el futuro de la humanidad.

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