La crisis permanente

La situación es tan grave que nadie se atreve ya a decir para dónde va Castillo o quién se arriesgará a respaldarlo en sus fracasos e indecisiones.

GoogleSiga a EL PAÍS en Google Discover y no se pierda las últimas noticias

1 de feb de 2022, 11:55 p. m.

Actualizado el 17 de may de 2023, 12:28 p. m.

Seis meses después de posesionado, el presidente del Perú contabiliza ya tres crisis de su gobierno, el retiro de sus jefes de gabinete y la renuncia de decenas de ministros, muchos de ellos cuestionados por sus pasados judiciales y sus actuaciones. Es el gobierno de la interinidad y la improvisación que crea incertidumbre y destruye la confianza en su país.

La última de esas crisis se produjo con la renuncia de la señora Mirtha Vázquez, representante de la izquierda moderada y quien llegó para tratar de conseguirle respaldo a un gobierno que arrancó en medio de la polémica por tener en su nómina a personajes conocidos por su respaldo a Sendero Luminoso, por su militancia en movimientos extremistas y terroristas y por su clara desobediencia a Pedro Castillo el presidente del Perú.

Pero tres meses después, la señora Vázquez no resistió la anarquía que rodea a Castillo y renunció ante la desautorización permanente del propio mandatario y de los que ella denomina sus asesores en la sombra.
Aunque la causa que alega es la demora y el silencio del Presidente en retirar al cuestionado Director de la Policía peruana, el fondo está en la oposición de quienes como Vladimiro Cerrón fueron los jefes de la campaña que eligió a Castillo y pretenden imponer sus intenciones.

El resultado es la caída de todo el gabinete y el apresurado anuncio del nombramiento de un nuevo jefe de gobierno. Nada siquiera parecido a una estrategia dirigida a ofrecerle al Perú un gobierno estable y con un norte claro que por lo menos hiciera cumplir el extraño programa de gobierno que acompañó a su campaña. Y ningún intento por construir un consenso mínimo en el Congreso donde tiene una minoría que también ataca a sus funcionarios, aumentando así la incertidumbre que significa el no tener forma de sacar adelante sus propuestas legislativas.

La situación es tan grave que nadie se atreve ya a decir para dónde va Castillo o quién se arriesgará a respaldarlo en sus fracasos e indecisiones. Ni siquiera el Congreso, que puede promover una censura como lo hizo con dos de los antecesores del hoy presidente se atreven a promoverla, ante la posibilidad de que él decida convocar a elecciones y ponga en peligro a sus actuales integrantes.

Así, el gobierno del Perú está cada vez más en entredicho, demostrando la crisis que padece la política de ese país. Castillo se hunde en la mediocridad y la soledad que le acompaña por su errática conducta, mientras los dirigentes parecen a la espera de que la crisis permanente termine por llevarse a quien fue elegido con menos de cincuenta mil votos de diferencia sobre su rival, una connotada dirigente de la política tradicional.

Pero el Perú necesita gobierno estable y serio que le fije un norte a su nación y lo guíe en momentos en los cuales se han unido los estragos que deja la pandemia con el fracaso que muestra el presidente Castillo a seis meses de su posesión y al cual le quedan cuatro años y medio más como jefe de Estado. Recuperar la sindéresis y devolverle la seriedad a su democracia es el deber de la dirigencia peruana con su país.

Regístrate gratis al boletín de noticias El País

Descarga la APP ElPaís.com.co:
Semana Noticias Google PlaySemana Noticias Apple Store

AHORA EN Editorial