¿Hasta cuándo?
Es momento de hacer un alto en el camino y preguntarse cuál es el aporte que cada ciudadano está haciendo o puede hacer para tener una ciudad más segura, en la que se respeten las normas de convivencia y en la que no se tema salir a caminar a cualquier hora del día.
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17 de feb de 2023, 11:55 p. m.
Actualizado el 17 de may de 2023, 05:47 a. m.
Basta con pararse en un semáforo para corroborar lo que está pasando hoy en la ciudad de Cali. La luz roja ya no significa nada para muchos conductores que siguen sin siquiera bajar la velocidad, o fijarse si un peatón arriesga su vida al pasar por la cebra, que debería ser su sitio seguro.
En las estaciones del MÍO ya no sorprende ver personas, de todas las edades, subiéndose por las plataformas externas, también arriesgando la vida para no pagar el pasaje. Por momentos, parece que son más los usuarios que se cuelan que los que cancelan la tarifa. Las cifras son alarmantes, 21 mil personas se cuelan al día en el sistema de transporte masivo que pasa por uno de sus peores momentos.
Otro dato muy preocupante es el de las infracciones. En los primeros 45 días de este año se han impuesto en Cali 33.915 multas, es decir, un promedio de 753 notificaciones por día. Estas son por conducir sin Soat, transitar por sitios restringidos, pasarse el semáforo en rojo, manejar en estado de embriaguez, entre otras razones.
Asimismo, no es sino darse una vuelta por los alrededores de la galería Santa Elena para ver las toneladas de residuos tirados en las calles, o caminar por el centro de Cali, después de las 7 de la noche, cuando el paisaje evidencia el paso de cientos de transeúntes que han dejado la basura como su única huella. Cali produce al día, en promedio, 2000 toneladas de basura, sin que ninguno se sonroje o si quiera piense en el planeta que se le está dejando a las nuevas generaciones.
Todo esto se ha vuelto pan de cada día, y lo peor es que los ciudadanos miran hacia otro lado y dejan pasar estas situaciones. Dónde está el compromiso de los comerciantes, de los vendedores ambulantes, de los restaurantes, de las empresas, de los caleños, de las personas que habitan esta tierra que otrora se caracterizó por el civismo y la solidaridad de todos.
Es momento de hacer un alto en el camino y preguntarse cuál es el aporte que cada ciudadano está haciendo o puede hacer para tener una ciudad más segura, en la que se respeten las normas de convivencia y en la que no se tema salir a caminar a cualquier hora del día.
En el Concejo se debate en este momento un proyecto sobre la política pública de cultura ciudadana, una herramienta que se promueve para recuperar el civismo a todo nivel, y para reiterarle a los habitantes que no se puede seguir haciendo lo que a cada uno le da la gana, como ha venido sucediendo en los últimos años.
Pero de nada servirá esta política si los caleños no cambian de actitud, si los vendedores no limpian su entorno, si los restaurantes no cumplen con las normas de convivencia en los barrios, si las empresas no adoptan espacios y ayudan a recuperarlos y si la Administración Distrital no se enfoca, de una vez por todas, en hacer respetar la institucionalidad.
Acabar con la anarquía, la intolerancia, el egoísmo que reina en Cali es una labor de todos.
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