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Guerra y elecciones

Embarcarse en una nueva guerra sería un despropósito. Pero la amenaza sigue existiendo, más aún cuando de por medio está la necesidad de mostrar fortaleza y decisión como cartas para una reelección presidencial.

23 de junio de 2019 Por: Editorial .

Con el paso de los días sube la tensión en el Golfo Pérsico. Las informaciones parcializadas y las amenazas empiezan a sembrar un clima de guerra que de producirse tendrá graves consecuencias para el resto del mundo.

Después de que Irán derribara un dron estadounidense que volaba en el estrecho de Ormuz, al considerar que había entrado a su espacio aéreo, el presidente Donald Trump explicó que el aparato estaba en el espacio aéreo internacional. Y través de Twitter confirmó la información del New York Times según la cual había ordenado un ataque selectivo contra Irán, y lo había suspendido.

“No tengo prisa. Nuestro ejército está renovado y preparado para actuar, y es de lejos el mejor del mundo. Las sanciones están haciendo su efecto y ayer se añadieron más. Irán jamás debe tener armas nucleares, ni contra Estados Unidos ni contra el mundo”, dijo Trump como si estuviera tratando de alejarse de las posiciones de su Secretario de Estado, y John Bolton, consejero de Seguridad.

Este incidente aumenta los temores que se han acumulado en los últimos dos meses cuando el gobierno de Trump intensificó su presión sobre los iraníes, acusándolos de atacar a los barcos petroleros que atraviesan en estrecho de Ormuz. La escalada verbal ha dado paso a riesgos reales. Y aunque los analistas coinciden en que es improbable que se desate una guerra por las implicaciones militares, económicas y políticas, cualquier cosa puede suceder.

El gobierno estadounidense ha reforzado su presencia militar en el Golfo Pérsico con soldados y el envío de un portaviones nuclear, misiles y bombardeos B-52. También acusa al régimen iraní de sabotear a seis petroleros, lo que ha aumentado el precio del combustible, dificultado el abastecimiento y encarecido los seguros para el transporte marítimo en la región.

Mientras tanto Irán no se deja intimidar y ha seguido el juego de las amenazas. Con una reconocida retórica, sus líderes aseguran que la República islámica hará pagar con creces cualquier intervención estadounidense en su territorio, al tiempo que cancelaron algunos de sus compromisos con las potencias europeas alrededor del acuerdo nuclear. Justamente allí comenzaron las primeras confrontaciones cuando Trump retiró a Estados Unidos del pacto firmado por Obama en el 2015 y revivió el cerco al régimen de los ayatolas.

Todo este entramado ocurre en el inicio de la campaña por la reelección de Trump y en momentos en que la popularidad del impredecible mandatario enfrenta un retroceso. Mostrarle los dientes a Irán resulta útil para afianzar la base electoral evangélica muy cercana a Israel, blanco favorito de los ayatolas cuando tienen disputas con Estados Unidos. A los intereses de Trump se suman los de Arabia Saudita, quien mantiene una agria disputa con Irán por la supremacía regional y apoya cualquier acción que socave el gobierno de los ayatolas.

Embarcarse en una nueva guerra sería un despropósito. Pero la amenaza sigue existiendo, más aún cuando de por medio está la necesidad de mostrar fortaleza y decisión como cartas para una reelección presidencial.

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