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El respeto por la vida

Ofrecer protección a las mujeres contra la violencia y brindar acompañamiento a aquellas que son víctimas debe ser un propósito general.

1 de noviembre de 2018 Por: Editorial .

Ofrecer protección a las mujeres contra la violencia y brindar acompañamiento a aquellas que son víctimas debe ser un propósito general. Esas acciones, sin embargo, serán insuficientes mientras no se haga lo principal: cambiar la cultura desde la primera infancia para que se aprenda a respetar la vida y la integridad de los demás.

Los 28 asesinatos de mujeres ocurridos este año en el Valle relacionados con su condición femenina, así como las 6391 denuncias presentadas en este 2018 por maltrato o agresiones contra ellas, han hecho que el Departamento reaccione y ofrezca alternativas para enfrentar lo que es un verdadero drama de nuestra sociedad. Ahí está el origen de la iniciativa que hace curso en la Asamblea para crear una especie de alerta que active a instituciones como hospitales, Policía y Fiscalía para brindarle un acompañamiento oportuno a una posible víctima de violencia. Y la creación del Centro Integral de Atención a la Mujer Violentada, que funcionará en el Hospital Universitaria para suministrarles atención integral en caso de agresión.

Todas esas propuestas, con las cuales se busca proteger a las mujeres en estado de vulnerabilidad y sometidas a cualquier clase de violencia, deben ser acogidas y apoyadas por la ciudadanía. Son soluciones reactivas sin duda necesarias, que sin embargo no van al fondo real del problema ni hacen lo posible por cambiar el curso de la que ha sido una historia constante en nuestro país.

Si de verdad se quiere atacar la raíz de la violencia contra las mujeres o contra los niños o contra cualquier persona indefensa, lo primero es aceptar que su origen es cultural. En sociedades como la nuestra esa violencia comienza en casa, con el castigo físico como la forma habitual de corregir comportamientos negativos o difundiendo el mensaje de que es válido maltratar a los más débiles.

Por ello la clave está en educar desde el ejemplo, enseñando que todos, empezando por los niños indefensos, merecen respeto. Es el rescate de los valores más esenciales, donde por encima de todo están la vida y la integridad. Es en los hogares donde hay que intervenir en principio, para que no sigan siendo reproductores eternos de la agresión y el maltrato que nace en la violencia intrafamiliar y termina reflejándose en los comportamientos sociales, los asesinatos por su condición de género o por su estado de indefensión.

Y luego pasa por las escuelas y colegios, donde los profesores y maestros son cada vez más limitados para reaccionar contra esos comportamientos que fomentan la agresividad y conductas como los constates enfrentamientos. El final de la cadena que empieza en los hogares está en las cárceles, o en la infinidad de casos de mujeres y niños violentados o asesinados por su condición.

Bienvenidas las iniciativas de la Gobernación y la Asamblea Departamental dedicadas a proteger a las mujeres objeto de violencia. Pero también es la oportunidad para crear conciencia sobre la necesidad de que las madres promuevan el cambio que termine con la crianza basada en métodos violentos y se recupere la convivencia pacífica como principio de nuestra sociedad.

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