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Foto de referencia. Migración Colombia tramitó la deportación de la colombiana Echeverría desde Suiza. | Foto: Archivo de El País

El poder del narcotráfico

Hernández es quizás el primer presidente de un país involucrado de manera directa en el narcotráfico que azota la institucionalidad de muchas naciones en América

16 de febrero de 2022 Por: Editorial .

Esposado de pies y manos fue presentado ante la prensa Juan Orlando Hernández, hasta hace unas semanas presidente de Honduras durante ocho años. Fue el final de quien es acusado de enviar quinientas toneladas de cocaína a los Estados Unidos muchos de ellos en la época en que fue la primera autoridad del Estado de la nación centroamericana.

Luego de gozar durante gran parte de su mandato del respaldo de las principales autoridades del país norteamericano como un líder que ayudó a contener las caravanas de inmigrantes, Hernández será extraditado para que responda también por delitos comunes como ‘conspiración para usar armas de fuego en el tráfico de drogas’. Allá lo espera su hermano Juan Antonio, quien fue condenado a prisión perpetua más 30 años por haber enviado 180 toneladas de cocaína.

Honduras atraviesa por una de las más difíciles épocas de su historia, y la elección de Hernández fue posible por el derrocamiento de su antecesor, Manuel Zelaya, quien tenía estrechas relaciones con la dictadura de Nicolás Maduro de Venezuela y a quien se acusó de haber permitido el uso del territorio hondureño para el narcotráfico, en coordinación con los carteles mexicanos y con destino a los Estados Unidos. Y debe sumarse a las acusaciones contra gobernantes de su vecina Guatemala, afectada también de los mismos males.

Es el negocio que en gran parte se origina en la producción en Colombia y termina en el mercado consumidor más grande del planeta. Con él se corrompen las autoridades, se desmoraliza a las sociedades y se destruye la credibilidad del Estado y de la democracia, sin respetar ideologías. Para eso, la autoridad legítima se convierte en instrumento que colabora con el afán de lucro y la delincuencia que al parecer es tolerada.

Hernández es quizás el primer presidente de un país involucrado de manera directa en el narcotráfico que azota la institucionalidad de muchas naciones en América, causando además la violencia y el desprestigio de la autoridad que debe proteger ante todo el Bien Común. Hoy, quien fuera recibido con especial deferencia en la Casa Blanca está a punto de regresar a los Estados Unidos como prisionero, y será presentado ante un juez para que responda por sus crímenes.

Como está sucediendo en Colombia, en Venezuela, en México y en gran parte de Centroamérica, la cadena del tráfico de drogas ilícitas se ha convertido en una endemia que destruye todo a su paso. Que arrasa los principios y la ética que debe guiar a los gobernantes como Hernández, contamina las sociedades y en muchas ocasiones es tolerado por razones políticas que al final acaban las libertades y los derechos de los ciudadanos mediante la violencia y la corrupción.

La captura de Hernández, presidente de Honduras durante ocho años, vuelve a demostrar que el gran enemigo de la democracia y la transparencia en América es el narcotráfico. Y que esa amenaza no se resuelve legalizando las drogas sino enfrentándolo con los instrumentos que las constituciones han creado para proteger a las sociedades y perseguir a los criminales que se lucran de ese mortal negocio.

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