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El paro frustrado

Con la muerte de Felipe Norbey Palacio, suboficial del Ejército asesinado en el municipio de Convención, terminó el anunciado paro armado del Eln.

17 de febrero de 2020 Por: Editorial .

Con la muerte de Felipe Norbey Palacio, suboficial del Ejército asesinado en el municipio de Convención, terminó el anunciado paro armado del Eln. Y aunque se produjeron hechos lamentables, gracias a la presencia efectiva de la Fuerza Pública se pudo impedir la gran mayoría de los atentados que trató de cometer el grupo armado.

Según el informe del Comandante de la Fuerza Pública y el Director de la Policía Nacional, las autoridades detectaron 117 intentos de terrorismo con artefactos explosivos, de los cuales 94 fueron evitados por las autoridades. También se supo que esos hechos se concentraron en los departamentos de Arauca, Cesar, Chocó y Norte de Santander, además de que se presentaron enfrentamientos entre el Eln y Epl en la zona del Catatumbo en su prolongada pugna por el control del narcotráfico en inmediaciones de la frontera con Venezuela, donde es más que conocido el vínculo y la complicidad del régimen comandado por Nicolás Maduro.

Para la historia quedará el asesinato del cabo primero Palacio, el cual se produjo sin que se hubiera registrado un enfrentamiento abierto. De resto, se causaron bloqueos con vehículos incinerados o cargados de explosivos que la Fuerza Pública procedió a desmontar, como ocurrió en Cúcuta donde fueron detonadas algunas bombas en los barrios cercanos al puente que conecta con el país vecino.

Debe destacarse el despliegue de soldados y policías con el cual se impidió que los terroristas tuvieran éxito en su intención de amedrentar a los colombianos. Sin embargo, hay que mantener la alerta que sea necesaria para anticiparse a los intentos por sembrar el miedo en los colombianos, en especial, los que habitan las regiones donde los delincuentes pretenden imponer el miedo para lograr propósitos que no pueden ser reconocidos como protestas de contenido político.

Aunque se logró contener gran parte de la amenaza lanzada por el Eln, ello no puede significar que se bajen los brazos. Su propósito criminal se ha extendido en muchas partes de la geografía nacional, apoyado por la impunidad y el abrigo que le brinda el régimen chavista, impulsado por sus nexos con el narcotráfico y protegido por las dificultades para perseguir a quienes aprovechan también los vacíos que se presentan en muchas regiones como el Chocó, donde su capacidad de intimidación ha logrado copar amplias zonas.

El informe de los comandantes de la Fuerza Pública es un parte de tranquilidad. Por lo tanto, lo que sigue es respaldar a las autoridades en sus esfuerzos para derrotar al terrorismo que el Eln y otras agrupaciones utilizan para tratar de imponer sus criminales intereses. Y debe quedar claro que son ellos y no las autoridades o el Gobierno Nacional quienes se niegan a establecer unos diálogos serios para terminar con la violencia.

Ya está demostrado hasta la saciedad que el terror no sirve para doblegar la voluntad de los colombianos, ni para derrotar al Estado. Lo que queda entonces es invocar la sensatez que permita terminar con esa amenaza y permitir que se produzca la paz definitiva que todos en nuestro país queremos y necesitamos.

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