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El norte del Cauca

Mientras se habla de paz y se hace énfasis en el llamado posconflicto, la violencia ha vuelto a aparecer con crudeza en el norte del departamento del Cauca. Razones hay para solicitarle a las autoridades que se tomen las medidas necesarias para evitar males mayores en esa región.

2 de octubre de 2017 Por: Editorial .

Mientras se habla de paz y se hace énfasis en el llamado posconflicto, la violencia ha vuelto a aparecer con crudeza en el norte del departamento del Cauca. Razones hay para solicitarle a las autoridades que se tomen las medidas necesarias para evitar males mayores en esa región.

El fin de semana pasado se registró el asesinato de tres miembros de la Policía Nacional que cumplían labores de protección en la zona de desmovilización ubicada en Monterredondo. Las víctimas del ataque a mansalva fueron el teniente Wilfredo Madrigales Gálvez y los patrulleros Carlos Márquez y Juan Narváez Cabrera, quienes murieron por la explosión de una bomba cuando transitaban entre dos veredas del municipio de Miranda y luego fueron rematados con tiros de fusil.

Este ataque se suma a hechos sucesivos en los cuales las supuestas reivindicaciones sociales de las comunidades indígenas han producido decenas de intentos de invasión a propiedades particulares, la destrucción de los sembrados de caña de azúcar y la amenaza o el ataque a los propietarios y a sus trabajadores. En ellos se desconocen de manera flagrante los derechos de sus legítimos propietarios, además de afectar la confianza en la región.

También es indiscutible la presencia del narcotráfico, toda vez que en la parte montañosa se registran áreas de gran tamaño sembradas de marihuana. Esa realidad se manifiesta en las capturas de centenares de toneladas que se han realizado en las carretas del suroccidente colombiano durante el último año, y se mantiene a pesar de que su despliegue se hace notorio mediante las luces que brillan cada noche, alimentadas con instalaciones fraudulentas de energía.

Hay pues un mal ambiente en la región nortecaucana que no puede ser desconocido so pena de incurrir en omisiones graves. Y si bien ahora es necesario concentrarse en el miserable asesinato de los tres servidores públicos, ello no puede llevar a tratarlo como un hecho aislado. Más aún cuando, según las declaraciones de autoridades como el Ministro de Defensa, allí parecen estar confluyendo el ELN, guerrilleros desmovilizados que pertenecieron al antiguo frente sexto de las Farc e integrantes de grupos de narcotráfico.

Por ello hay que preguntar qué está pasando y por qué no ha sido posible para las autoridades legítimas establecer el control que se requiere para asegurar la tranquilidad de la región. Es que los hechos que se están produciendo allí son la negación de la paz de la cual se ha hablado en los últimos años, y producen desconfianza, además de crear desconcierto en una región que por muchos años ha debido soportar la violencia en todas sus expresiones.

Hace bien el Gobierno al ofrecer recompensa por las informaciones que permitan la captura de quienes asesinaron a los tres Policías en Miranda. Pero no debe olvidarse que la amenaza de la violencia crece en el Norte del Cauca, causando daños, atentando contra los esfuerzos por sembrar la paz allí y provocando incertidumbre en una región en la cual se debe proteger a la propiedad y a la iniciativa privada como generadoras de riqueza y de oportunidades.

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